María Fernanda Cabal, la senadora electa que le pronosticó un destino infernal a Gabriel García Márquez, en unión de Fidel Castro, su amigo, no es ninguna vieja bruta. Ella es, en realidad, una niña consentida de la vida, cuyas raíces ancestrales es fácil detectar, por sus apellidos Cabal y Molina, en Buga la Real, la ciudad señorial, de la que ahora puede decirse con "El Tuerto" López: "Noble rincón de mis abuelos (…) hoy plena de rancio desaliño", porque la invadieron mercachifles y desplazados indeseables. Educada María Fernanda con esmero en la Universidad de los Andes, de Bogotá, y en otros centros académicos españoles y de los Estados Unidos, en temas que tienen que ver con la cultura y la educación, se ha desempeñado laboralmente como investigadora, y líder de organizaciones que tienen que ver con sus conocimientos, que diseñan programas para la superación educativa de las comunidades, y el mejoramiento de sus condiciones de vida. Iniciativas suyas, como la de darles vacas a los campesinos, que después pagan con una cría, son patrocinadas por Fedegán, la organización gremial de la que es presidente su marido, el señor José Félix Lafaurie, que representa a los ganaderos colombianos, especialmente a los terratenientes; y es un caracterizado extremista de derecha, enemigo del proceso de paz y capitalista salvaje, cuya figura de aristócrata desdeñoso dice quién es, sin necesidad de que diga nada.
Lo que tuvo la "dulce niña pálida" fue un desliz, porque no recordó algunos refranes, como "por la boca muere el pez" y "uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice", traicionada por su subconsciente ultraconservador, que dejó de odiar a liberales y masones colombianos, para descargar todo su veneno contra los comunistas, al mejor estilo del señor McCarthy; sin que se haya dado cuenta de que el comunismo se acabó, permeado por la economía de mercado, a través de la globalización, y por la corrupción de sus líderes, que sucumbieron ante las tentaciones de la riqueza personal. Cuba, inclusive, último reducto del marxismo, ha tenido que abrirse a un capitalismo tímido, pero progresivo.
Lo de mandar María Fernanda a Gabo para el infierno, por su amistad con el líder cubano, cuya relación era fundamentalmente intelectual, no lo afecta mayor cosa. Si nos atenemos a lo que nos enseñaron del infierno (en el que ya ni el Papa cree), especialmente de sus altas temperaturas, ese lugar nada tiene que envidiarle a Aracataca al mediodía, por donde correteó la infancia de nuestro Premio Nobel. Él no dejó de añorar el calor de su tierra, especialmente cuando estaba en tierra fría. María Fernanda no tiene idea de lo que es vararse por llanta entre Aracataca y Fundación, a la una de la tarde, y tener que sacar gato, repuesto y cruceta para cambiarla. Frente a ese calor, el infierno de Dante es un paseo al Páramo de Letras.
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