La gente honrada busca la manera de ganarse el pan de cada día, por fuera del esquivo empleo formal, para lo cual pone a prueba su ingenio y creatividad. Un trabajo que está de moda es el de sacar a caminar perros ajenos, varios a la vez, como un servicio a las personas ocupadas, que no disponen de tiempo para llevar a sus mascotas caninas a estirar sus extremidades, evacuar intestinos y vejigas y asolearse. Este oficio, elevado a la categoría de profesión, exige condiciones especiales de quienes lo practican, como llevar bolsas para recoger las "gracias" que los animalitos descargan en prados y antejardines (las micciones no son problema, porque abonan árboles y plantas, con su contenido de urea) y evitar que asusten a los transeúntes. Hace poco entrevistaron en televisión a una señora, que lleva bastante tiempo haciendo ese oficio de paseante de perros, con lo que gana lo suficiente para vivir, y ha educado a sus hijos.
Quienes desempeñan este oficio, además, educan a sus "pupilos", que pueden ser hasta seis y siete al tiempo, cuyas traíllas sostienen a dos manos, para que caminen ordenadamente detrás de ellos, lo que pudiera llamarse "disciplina para perros". Esa figura -la disciplina para perros-, la institucionalizó en su época de mayor esplendor político y actividad parlamentaria el doctor Laureano Gómez Castro, a quien sus seguidores, más que acatarlo, le temían. Y sus contradictores debían tener mucha garra para enfrentarlo, porque, además de orador contundente, brillante y docto, tenía una arrogante y apuesta figura de gladiador, y no se detenía para aplicar la "acción intrépida", por mano propia o ajena, si era necesaria para imponer sus tesis y su voluntad. Además, tenía a su servicio un equipo de expertos en escudriñar en juzgados, entidades contratistas del Estado y notarías, algo que sirviera de argumento para destruir a sus enemigos.
Cuando finalmente Laureano Gómez llegó a la Presidencia de la República fue un fiasco, porque sus energías físicas se habían agotado en la intensa actividad política, especialmente en el Senado de la República, y tuvo que plegarse a las disposiciones de cercanos asesores suyos, inspirados todos en la perversa figura de Fouché, el pérfido consejero de la corona francesa, hasta entregarle el poder a uno de ellos: Roberto Urdaneta Arbeláez. Vienen a cuento estas disquisiciones porque en días pasados observé con admiración cómo una joven mujer paseaba con varios perros, ejerciendo el nuevo y noble oficio; y después, en el noticiero de televisión, apareció el senador Uribe, acompañado de toda la bancada del Centro Democrático en el Congreso Nacional, leyendo una declaración por medio de la cual justificaba la ausencia de su grupo de los actos de posesión del presidente Santos; y después se retiró altivo, y todos los senadores y representantes "suyos", lo seguían sumisos. La disciplina para perros, como la historia, se repite.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015