Hace algún tiempo escribí aquí mismo que, al menos para mí, resulta muy difícil tener una opinión concreta acerca de todo. No solo porque hay temas sobre los cuales a veces no tengo mucho qué decir, sino porque existen otros en los que es complicado opinar algo diferente a lo que dicen, una y otra vez, tantos columnistas en tantos periódicos. Y no solo los columnistas, claro: todos tenemos una opinión acerca de cualquier cosa, y siempre estamos buscando la manera de hacerla saber. Yo opino, tú opinas, él opina, nosotros opinamos.
El problema, decía, es tener siempre las cosas claras. O aparentar que las tenemos. Yo pienso esto de aquello, y aquello de esto, y así es y lo que digo es lo que es. Y no. Me pasa con mucha frecuencia que, al volver a leer lo que escribí aquí mismo hace un tiempo, no solo siento vergüenza sino que ni siquiera me reconozco. Ese no soy yo, me digo; ahora pienso diferente. "Buena parte del pasado siempre es embarazoso si tienes un poco de sensibilidad", dice Arthur Miller, y basta abrir un álbum de fotos viejas para darse cuenta de que la frase da en el blanco.
Esa dificultad, esa sensación de saber que lo que digo ya se ha dicho una y mil veces, de otra forma o de igual manera, es lo que me ha empujado en tantas ocasiones a ir y venir sobre este espacio. No solo eso. También reconozco que, como en muchos otros aspectos de la vida, me falta constancia. Qué le hacemos. Pero cuando abro las páginas de los diarios y veo tanta gente tan segura de sus opiniones, con tantas cosas por decir siempre, siento envidia. Porque a mí me pasa al contrario.
Todo esto para decir que esta es la última columna que escribo, al menos por un tiempo. No puedo negar que ha sido un buen ejercicio; escribir sirve para comprender y poner las ideas en orden, así que no todo es tan dramático como parece. Pero siento que otra vez se ha cumplido un ciclo. Está de más agradecer la paciencia de la gente en LA PATRIA, quienes han soportado más de una vez este ir y venir y siempre me han dejado las puertas abiertas. Y gracias, también, a los lectores que se pasaron por aquí; me conformo con saber que algunas de estas líneas, en un momento determinado, le llegaron a alguien de manera especial. Porque como dice Cela, y como seguramente más de una vez he puesto aquí esta frase (¿quién no se repite?): "el mejor premio para quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano".
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