Manizales, según los últimos resultados de la encuesta de percepción ciudadana realizada por la Red Colombiana de Ciudades Cómo Vamos (2015), fue catalogada como el mejor vividero del país, por encima de ciudades como Medellín, Barranquilla, Cali y Bogotá.
Sus altos niveles de cultura ciudadana, sus resultados en el sistema educativo, los tiempos de desplazamiento de los ciudadanos hacia sus lugares de trabajo, estudio y hogar, sus cables aéreos, su sistema de bicicletas públicas, su imponente Catedral Basílica, la cual se puede divisar desde la Torre de Chipre, con el único SkyWalk de Suramérica; son algunas de las bondades de nuestra orgullosa ciudad en la montaña.
En esa ciudad, donde el pito no se usaba porque sus ciudadanos entendieron que no empujaba, donde los conductores en su mayoría le concedían la vía al peatón sobre la cebra, donde todos respetábamos los semáforos, sin importar las altas horas de la noche, la falta de control y de cultura ciudadana ha permeado notablemente los indicadores llevándonos a ser una de las ciudades con más muertos por accidente de tránsito del país. El año pasado (2015) 9 personas murieron de julio a septiembre, mientras que en el año 2016, en el mismo período de tiempo subió a 22 muertos la cifra, 140% más. Esto quiere decir que Manizales, una ciudad con cerca de 400 mil habitantes, tiene 10 muertos por cada 100 mil habitantes, convirtiéndose, en una de las cifras más altas de mortalidad por accidentes de tránsito del país, seguido de Pereira, que por 472 mil habitantes aporta 5 muertos por cada 100 mil habitantes.
Se lo explico de una manera sencilla, cuando no existe regulación, cuando no hay respeto por la ley, cuando siento que nadie me vigila, aprieto el acelerador, me paso el semáforo en rojo, o me cruzo por donde me da la gana, así funcionamos, en un país como Colombia, que cuando y discúlpeme la expresión, “el gato no está en la casa, los ratones hacen fiesta.”
La falta de cultura ciudadana, de control, y de regulación de los actores en la vía, hacen que Manizales tenga como segunda causa de muerte violenta los accidentes de tránsito.
Para poner un ejemplo cercano, que no nos quede solo el recuerdo de la época dorada de Bogotá, gobernada por Antanas Mockus, Enrique Peñalosa y Lucho Garzón, donde la gente entendió con una sonrisa, con un mimo, y con un gesto, que no tenía que arriesgar su vida atravesándose la autopista, pudiéndolo hacer por el puente peatonal. El abandono de la cultura ciudadana en los gobiernos posteriores tiene a la capital convertida en un caos.
El alcalde de Manizales quiere cambiar el modelo de regulación de los policías de tránsito para volver a los guardas azules, esperemos que el remedio no sea más costoso que la enfermedad, y que estos agentes de tránsito sean escogidos con toda la rigurosidad técnica, donde sus hojas de vida no salgan de todos los directorios políticos, sino de la escogencia entre los mejores y los más honrados, que se conviertan en guardas del orden ciudadano, y no en factores de corrupción.
En sus manos está alcalde, hacer nuevamente de Manizales el mejor vividero del país, donde el anciano pueda cruzar por la cebra sin temor a ser atropellado por los excesos de la falta de cultura ciudadana. Si todos respetamos las normas, a todos nos va bien, pero si alguien no respeta la norma, a todos nos va mal.
Es hora de actuar.
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