Se acabó noviembre y Cartagena sigue igual. No colapsaron el turismo ni los hoteles, como vaticinaron quienes previeron una hecatombe a raíz del aplazamiento del Reinado Nacional de Belleza.
Por mí que se aplace indefinidamente. Pero como yo no decido, apenas opino, entonces opino que ojalá copiemos en versión ampliada y mejorada el Decreto 1113 expedido hace dos semanas por el vecino gobernador de Risaralda, Sigifredo Salazar Osorio, que prohibió los concursos de belleza en las instituciones públicas de su departamento, tal y como hace tiempo lo hizo Sergio Fajardo en Antioquia.
No se trata de prohibir los reinados. Someter el cuerpo de las mujeres al escrutinio milimétrico de celulitis, gordos, morados, siliconas o cicatrices es una actividad que por supuesto pueden organizar, patrocinar o defender quienes a bien lo tengan. Pero que se haga con recursos privados y no públicos. Cada cual gasta su plata en lo que quiere, pero los escasos dineros estatales deberían destinarse a financiar políticas públicas, y me pregunto qué política pública, por ejemplo de cultura o de equidad de género, fomenta un reinado de belleza.
Los defensores de los reinados dicen que promueven un concepto de belleza integral. Que no miran solo lo físico sino también intelecto, preparación y carisma. Falacias: si así fuera, la reina del café sería una chapolera, o la señora que desde hace 20 años cocina y prepara tinto en una finca para un batallón de recolectores en épocas de cosecha, sin importar si a esa miss le falta un diente o le sobran 20 kilos y 50 arrugas.
Sé que los reinados son una plataforma turística, publicitaria, de moda, fotografía y otras muchas industrias. Me pregunto si tanta innovación y emprendimiento que tenemos hoy en día no alcanza para diseñar mejores formas de promover esos negocios. Porque en cambio sí creo que reconocer a las mujeres por su apariencia física no es un asunto menor: En una cultura tan machista como ésta, decir que una mujer vale más si es más bonita, o que si es fea debe potenciar otros atributos, no deja de ser problemático.
Estados Unidos es el país que más reinados organiza y el Rey Midas se llama Donald Trump, dueño de Miss Universo durante 19 años, hasta que lo vendió cuando empezó a vislumbrarse como una caricatura risible de candidato y no como el presidente electo que hoy es. Rescató a Miss Universo de la quiebra y lo puso a producir millones de dólares, para él, entendiendo que el concurso es un show de televisión, como el reality El Aprendiz que manejó varias temporadas, o como su campaña electoral.
No en vano Hillary Clinton dijo tras su derrota que las mujeres no hemos roto el techo de cristal que impide llegar a altas esferas de poder. Un techo que se construye, entre otras ideas, con la de suponer que las mujeres deben ser bonitas, o como dijo el presidente de Nigeria sobre su esposa, deben estar en la cocina. Y lo dijo delante de la canciller alemana Ángela Merkel, porque la ignorancia es atrevida.
Al menos 13 mujeres denunciaron a Trump por acoso sexual y eso no frenó su aspiración presidencial. El viernes pasado acá en Colombia numerosas mujeres salieron a la calle para protestar simbólicamente por violencias cotidianas que usualmente callan. Por eso creo que un pequeño gesto como el del gobernador de Risaralda sobre los reinados es una señal útil para repensar el valor que se le da a la mujer en nuestra sociedad: Mejor sujetos de derechos en condiciones de equidad, que reinas o princesas.
Tuve la oportunidad de escuchar a la actual señorita Caldas. Inteligente, locuaz, carismática, segura, preparada, bonita, elegante. No creo que necesite un reinado para tener una carrera brillante. Le sobran méritos. En todo caso no deja de ser una casualidad que sea hija de un senador. Ojalá su viaje a Cartagena lo paguen su familia y amigos y que la Industria Licorera y demás entes públicos de Manizales y Caldas destinen sus recursos para financiar proyectos coherentes con las políticas públicas que atienden necesidades colectivas. Entre otras cosas porque la plata estatal para reinados, y el tiempo que los funcionarios públicos le dedican a este tema, suele salir del rubro de cultura, y esta semana la Orquesta Sinfónica de Caldas, luego de un año brillante en conciertos y aforos, anunció que cancela el resto de su temporada porque el Estado incumplió con la entrega de $100 millones.
Pie de página: Respaldo total al presidente Santos por firmar el nuevo Acuerdo de Paz con los ajustes hechos después del plebiscito. El fin de las Farc como grupo armado ilegal permite soñar con una paz política, así sea imperfecta. Y gratitud para Humberto De la Calle por su paciencia monumental.
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