En diciembre, mes de parranda y animación, es mucho el licor que se bebe en todas partes pero sobre todo aquí, en donde el mes dura 40 días, hasta que se acaben la Feria y el Carnaval de Riosucio.
Cantaba el Loco Quintero, que murió en víspera de Navidad: Sírvame un aguardientoski con pasantoski de limonsoski, y sírvale a mi amorsoski, un ron dobloski con cocacoloski.
20 millones de botellas de aguardiendoski, ron dobloski y otros productos vendió la Industria Licorera de Caldas este año. Eso representa $36.000 millones en transferencias para educación y salud para el departamento. Las utilidades netas suman $21.000 millones mientras que el año pasado fueron de $3.000 millones.
Es una buena noticia para las cuentas del departamento, sin duda, pero no deja de ser una paradoja que se celebre el aumento de las ventas de licor, 20 millones de botellas equivalen, más o menos, a que cada colombiano se bebió en promedio media botella de la Licorera. Pero como los niños no beben y se supone que los adolescentes tampoco, entonces significa que cada adulto colombiano se tomó entre enero y noviembre una botella de licor de la ILC, sin contar lo que se bebió de otras industrias ni los licores importados. No me parece mal, pero me llama la atención que siendo el licor un estimulante, goce hoy de tan buena prensa cuando hace apenas pocos años era un producto ilegal.
Entre 1919 y 1933 en Estados Unidos fue ilegal fabricar, transportar, importar o exportar licor. Se consideraba que beber era sinónimo de atraso y pobreza. Que generaba violencia y era contrario a la religión y las buenas costumbres. El Congreso aprobó la Ley Seca y ésta engendró lo que detonan todas las prohibiciones: el surgimiento de un mercado negro multimillonario, con un brazo armado para defenderlo. El centro de operaciones fue Chicago y su cabeza visible Al Capone, un mafioso que nunca pudo ser condenado por el tráfico ilegal ni por homicidios, sino por un delito menor: evasión de impuestos.
El efecto del prohibicionismo durante más de una década fue contrario al esperado: aumentó el consumo de licor, proliferaron los bares ilegales y las cárceles se llenaron de reclusos. 4.000 internos en todas las prisiones federales antes de 1919 y 26.600 en 1932.
Al recibir el Premio Nobel de la Paz hace dos semanas el presidente Santos dijo: “El narcotráfico es un problema global y requiere una solución global que parta de una realidad inocultable: la Guerra contra las Drogas no se ha ganado, ni se está ganando. No tiene sentido encarcelar a un campesino que siembra marihuana, cuando -por ejemplo- hoy es legal producirla y consumirla en 8 estados de los Estados Unidos. La forma como se está adelantando la guerra contra las drogas es igual o incluso más dañina que todas las guerras juntas que hoy se libran en el mundo. Es hora de cambiar nuestra estrategia".
No se está ganando la guerra contra las drogas como no se ganó la guerra contra el licor. Después de la Gran Depresión Estados Unidos entendió que era mejor obtener ingresos de ese negocio, vía impuestos, que gastarse sus recursos persiguiendo una hidra de mil cabezas. En el maravilloso libro “Grandes borrachos colombianos, borrachos grecocaldenses”, cuenta Pablo R. Arango en ese tono dicharachero tan suyo la historia de Noé Gómez, un cantinero de Pensilvania que le decía a su hijo: “Mauricio, mijo, tómese todo el trago que ve aquí; fúmese todos los cigarrillos que ve aquí; cómase todas las viejas que quiera, y todos los muchachos que quiera también... ¡pero no vaya a meter vicio en la hijueputa vida!”.
Hace poco, sobre una publicidad enorme de la Fábrica de Licores de Antioquia, mi papá comentó: “qué nos hubiéramos imaginado ver acá en Manizales un aviso así, hace unos años”. Pensé: En unos años veremos anuncios de coca o marihuana en vallas y en prensa. ¿Por qué no? Hace menos de un siglo era impensable que un funcionario público se felicitara por vender 20 millones de vicio envasado en botellas de licor, y hoy la noticia nos merece un brindis. Así que ¡a su salud!
Pie de página: ¿Los buenos resultados de la ILC se explican porque súbitamente bebemos más? ¿O se dan porque ahora la empresa está en manos de otro partido político?
Colofón: Dice el Centro Democrático que la confesión de Juan Carlos Vélez Uribe a La República sobre la estrategia de mentiras que montó la campaña del “No” para el plebiscito es falsa y que Vélez estaba tomado cuando habló con la periodista. Tanto él como la reportera niegan lo del licor. Sobre la excusa del CD pienso: esa banda está borracha.
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