Algunas potencias económicas del mundo argumentan, erróneamente por cierto, que las políticas para enfrentar el cambio climático van en contravía del crecimiento económico. Y por ello a la hora de asumir un compromiso para combatir el calentamiento global, plantean todo tipo de razones para negarse a suscribir un pacto concreto.
Precisamente una de las medidas más importantes que se han tomado para hacerle frente al cambio climático, se llevó a cabo en Japón en 1997 con la suscripción del famoso protocolo de Kioto, llamado así en honor a la ciudad donde se realizó el evento. Dicho pacto contempló el compromiso de casi todos los países del mundo de reducir la emisión de gases contaminantes (o de efecto invernadero) causantes del famoso calentamiento global.
El protocolo entró en vigencia en el año 2005 y finalmente ha sido ratificado por 192 países. Pero una de las naciones que se negó a hacerlo fue Estados Unidos, pues consideró que ello tendría un impacto económico negativo. ¡Como si la economía fuera más importante que la peor amenaza que hoy enfrentan el ser humano y nuestro planeta!
Desde entonces ha sido mucha la tinta que ha corrido para sustentar su negativa, pero mientras tanto los efectos del calentamiento global ya los empezamos a sentir todos, expresado fundamentalmente “en el aumento de la temperatura media, la modificación de los patrones de precipitación, el alza del nivel del mar, la reducción de la superficie cubierta por nieves y glaciares y la modificación de los patrones de los eventos extremos” según lo resume muy claramente la CEPAL.
Y es por ello que a través del Instituto Mundial de Recursos, organización dedicada a promover esfuerzos para la preservación de los recursos naturales, se conformó la Comisión Global sobre Economía y Clima, para demostrar que es perfectamente viable implementar acciones para contrarrestar al cambio climático y al mismo tiempo obtener unos buenos resultados económicos. Y eso es precisamente lo que hoy conocemos como “economía climática”.
Y aunque lastimosamente no es una nueva escuela económica como la Clásica, la Marxista, la Keynesiana o la de Chicago, entre otras, se trata de una nueva corriente orientada a justificar que el crecimiento económico no riñe con la conservación del medio ambiente, ni mucho menos con las acciones para contrarrestar el calentamiento global, sino que por el contrario, economía y clima, son dos conceptos complementarios que deben marcar la pauta para una nueva concepción del manejo de los recursos naturales.
Así que cuando le hablen de la ‘nueva economía climática’ no se deje descrestar; simplemente tenga claro que se trata del sano equilibrio entre el crecimiento de la economía, la disminución de la pobreza y la reducción de los gases contaminantes que ocasionan el cambio climático .
Ahora bien, ¿Qué pasa si las grandes potencias del mundo no asumen un compromiso definitivo para hacerle frente al calentamiento global? Es decir, ¿qué sucede si no entran en la honda de la economía climática?
Sencillamente que en unos 30 o 40 años las consecuencias de ello serán absolutamente irreversibles, pues la temperatura promedio del globo se habrá incrementado lo suficiente como para afectar gravemente a toda la humanidad en temas sensibles como escasez de agua, falta de alimentos, sanidad y medio ambiente; y con ello las grandes inundaciones costeras a medida que el Ártico se derrite.
Y si el actual Fenómeno de El Niño nos tiene ‘locos’ con casi la mitad de los municipios del país sufriendo los rigores de la escasez de agua, imagínense lo que nos falta padecer si la humanidad no adquiere una verdadera conciencia del problema.
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