Esta semana celebran los católicos la Navidad para conmemorar el nacimiento de Jesucristo en Belén, efemérides que para decir verdad ha perdido su esencia en el mundo moderno, pues se le ha cambiado el sentido de ser una comunión con la espiritualidad para convertirla en una fiesta mercantilista que se reduce a un aumento en el consumo de bienes materiales de toda índole.
La época de Navidad debería llevar a los hombres a exaltar algunos de los valores que durante el año han mantenido olvidados, como son la solidaridad, la unidad, la esperanza, la convivencia, la tolerancia, el perdón, la reconciliación y la paz.
Es por lo anterior que los taurinos pensamos que se trata de un buen momento para que aquellos fanáticos que irracionalmente persiguen la Fiesta, que no sus opositores reflexivos, recapaciten sobre sus usualmente agresivas, egoístas, hirientes, violentas, irrespetuosas y excluyentes acciones.
El hacer la diferenciación entre aquellos que tienen reticencias frente al espectáculo taurino respetando los principios de la racionalidad y “los otros”, se debe a que los aficionados a la tauromaquia comprenden y honran a las personas cuya sensibilidad no les permite vivir la corrida por considerar que supera sus umbrales de aceptación en lo que a actividades “fuertes” se refiere. Lo que sí resulta francamente inaceptable para un taurómaco es admitir la ceguera que produce la pasión y que lleva a algunos antitaurinos a querer imponer sus ideas sobre las de los demás, a despreciar con maneras vulgares a quienes ven el mundo de un modo diferente y sobre todo a consentir las ofensas de quienes adolecen por completo de espíritu crítico lógico; es una verdad de a puño que el fanatismo conduce a la intolerancia.
Sabemos que puede resultar difícil lograr que se hagan realidad las expectativas de los aficionados a la Fiesta que aquí se proponen y que quizá solo se alcanzarían si se diese aplicación práctica a los valores humanos que al inicio de esta nota citamos. Y es bien sabido que más complejo resulta el cumplimiento de estos anhelos en una sociedad como la colombiana en la que “poderoso caballero es don dinero”, vale decir impera el “reino de la mermelada” y que de manera sumisa consiente los abusos de los poderosos como, por ejemplo, en el caso del “yo hago lo que me dé la gana”.
A pesar de estos malos ejemplos que solo entronizan antivalores como la mezquindad, la injusticia, la intolerancia y la arrogancia, todos debemos hacer nuestro mejor esfuerzo por no perder la esperanza de que las cosas cambien para bien. Recordemos que no son solo el dinero y la fuerza los caminos para lograr un objetivo. Aprovechemos estas fechas para enterrar la soberbia y el desenfrenado egocentrismo y decidamos con firmeza, de una vez por todas, que es mejor buscar la concordia que aceptar la permanencia de facciones.
Tu amigo, El Fraile.
Añadido: Felices fiestas y nuestros mejores deseos porque la Feria de Manizales resulte en todas y cada una de sus actividades, especialmente la taurina, del gusto de locales y visitantes.
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