Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Un día Mauricio dijo: “No hay nada más maluco que hacer cosas que a uno no le gustan”. Esta afirmación tiene mucho de verdad, sin embargo, a lo largo de la vida, el ser humano se ve enfrentado a realizar diferentes tareas y a asumir múltiples roles, unas veces que ni sabe y otras que no le interesan, no le satisfacen y que, además, son todo lo contrario a su gusto o a su formación. Pese a ello, las debe de llevar a cabo, porque de ello depende económicamente, o quizás, porque cree que un día no muy lejano esto va a cambiar y se resigna a esperar, a pesar de su frustración.
‘Vivir maluco es muy maluco’, esas son palabras de Mauricio. Él se ha quedado en la zona de comodidad que realmente no es tan confortable. Vivir frustrado es agotador y le quita color a la vida. Hay un dejo de amargura en una persona que decide quedarse quieto, sin emprender ninguna acción que le lleve a hacer cambios importantes en su vida.
Los seres humanos con baja tolerancia a la frustración viven con desesperanza, desencanto, desilusionados e inclusive con sentimientos de fracaso. Cualquier suceso por simple que sea les genera desazón y es calificado como algo espantoso o terrible. Este léxico hace parte de su lenguaje diario y de sus diálogos internos, los cuales fortalecen aún más esos pensamientos.
En condiciones como éstas es difícil superar situaciones adversas, ya que siempre se verán como un obstáculo. Mauricio continúa: “A mí en la vida, todo me ha salido mal, es como si alguien me hubiera hecho algo, no entiendo…”
Una característica de estas personas es que muy pocas veces se responsabilizan de sus actos: es la vida, los padres, el entorno, la pareja, los hijos, la falta de…, el jefe, los compañeros, siempre son los demás.
Para hacer cambios significativos de vida, se hace necesario elevar el nivel de tolerancia a la frustración y poco a poco adaptarse a los giros que se requieren para superar asuntos que son adversos y que causan dolor o sufrimiento. Es fundamental examinar los diálogos enfermizos internos que se han repetido por tanto tiempo y transformarlos en conversaciones intimas positivas.
Para ello hay que estar alerta y consciente de las palabras y de las creencias que se han tejido durante la vida, de hacer conciencia acerca de qué tan tóxicas y dañinas han sido y aceptar que son unas trampas a las que se ha estado atado por mucho tiempo.
Tolerar la frustración no quiere decir aguantar y aguantar…, tampoco resignarse y dejar que las cosas pasen, por el contrario, es asumir actitudes proactivas, creativas y de prevención de la salud emocional.
Una persona con un adecuado nivel de tolerancia a la frustración no reacciona impulsivamente, deja que pase un tiempo para tomar decisiones. Tiene claro que todos los actos y palabras tienen consecuencias y aprende a adaptarse y a gestionar los cambios de manera autónoma, haciendo uso de un recurso maravilloso que se llama voluntad.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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