Dicen los especialistas en investigar los duelos, que los más difíciles de asumir son: muerte de la pareja, muerte de un hijo, y muerte de la madre. José Luis de manera desgarradora narra su dolor luego de acompañar a su esposa en una corta enfermedad:
“Ver el deterioro de mi esposa, por esa penosa enfermedad y acompañarla a morir, es algo que me martilla la cabeza todo el tiempo; ella tan joven y tan bella. ¿Cómo es que Dios la escogió? Me siento muy ofendido por ello y con el agravante de que todavía no habíamos tenido hijos.”
La muerte duele, aunque sea esperada y casi se vea en los ojos del enfermo; a pesar del tiempo compartido, casi siempre quedan cosas por hacer, palabras por expresar decir y caricias para expresar el afecto y la gratitud.
Muchas de las personas que sobreviven quedan en situación de soledad e indefensión, además de que deben resolver una serie de asuntos para los que la mayoría de las veces no se tiene ninguna preparación.
Y es que la muerte no solo termina con la vida de un ser humano, acaba también con todas las ilusiones y proyectos que se habían emprendido; en resumidas cuentas, se tenía un libreto para la vida y en un minuto todos los guiones y roles quedan suspendidos de manera dolorosa y definitiva, y a pesar de la incredulidad y el miedo, cae el telón y se acaba parte de la obra.
Mariana, cuenta que el día de la muerte de su esposo, se despidieron como todas las mañanas, él dijo: ‘nos vemos en la noche’ y esa noche no lo pudo tener cerca, porque en un atraco lo mataron y hubo que realizar infinidad papeleos en diferentes oficinas para que lo entregaran.
¿Cuándo iba yo a pensar que esa noche lo estaría velando? Me siento confundida, con odio, con miedo, con dolor, ¿pero cómo pueden existir seres tan perversos…No sé qué hacer, qué va a pasar con los niños, con mi vida, con nuestros planes?
Las muertes inesperadas generan cambios abruptos, difíciles de asumir; a partir de esa experiencia todo es diferente, la vida, las costumbres, los horarios, los fines de semana, las tareas domésticas. La vida emocional danza entre la negación y la incredulidad, el desequilibrio y la razón, la aflicción, el odio y la esperanza.
Cuando se ama respetuosamente a la pareja, la viudez es un camino espinoso y arduo para transitar, significa aprender a hacer y ser sin el otro, días y noches interminables se entrecruzan y en algunos momentos el dolor es tan agudo, que hay quienes que se enferman y se niegan a recibir alguna ayuda.
El hacer un duelo, es aprender otras maneras de asumir la vida sin la compañía de la persona amada y en algunas oportunidades el duelo se afronta en medio de un gran vacío existencial.
*Psicóloga – Profesora Titular Universidad de Manizales.
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