Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
El maestro le insistía al discípulo una y otra vez sobre la necesidad de cultivar la quietud de la mente. Le decía: Deja que tu mente se remanse, se tranquilice, se sosiegue. Pero ¿qué más?...preguntaba impaciente el discípulo. De momento, sólo eso, aseguraba el maestro. Y cada día exhortaba al discípulo a sosegarse, superando toda inquietud y a encontrar un estado interno de tranquilidad.
Un día, el discípulo, harto de recibir siempre la misma instrucción, preguntó: Pero ¿por qué consideras tan importante la quietud?. El maestro le ordenó: Acompáñame. De ahí le condujo hasta un estanque y con su bastón comenzó a agitar las aguas.
Allí le preguntó: ¿Puedes ver tu rostro en el agua?. El alumno respondió: ¿Cómo lo voy a ver si el agua está turbia...así no es posible, replicó pensando que el maestro trataba de burlarse de él. Agregó: Si agitas el agua y la enturbias, no puede reflejarse claramente mi rostro. Y el maestro dijo: De igual manera, mientras estés agitado no podrás ver el rostro de tu 'yo interior'. Tomado de: El libro de la serenidad, de Ramiro A. Calle.
Hay épocas en la vida de cualquier ser humano en las cuales, muchos asuntos parecieran encontrarse en la corriente de aguas turbulentas. El día a día pasa entre agites y carreras, entre el cansancio y el desasosiego, entre la ansiedad y la incertidumbre; en estas condiciones no es fácil asumir la cotidianidad de manera consciente. Entre una tarea y otra lo más cómodo puede ser andar con el automático prendido.
No obstante, esta posibilidad impide darse cuenta de innumerables instantes que quizás por ser simples no se les pone cuidado, a pesar del significado que pueden tener para la vida misma. Mientras la inquietud es un impedimento para adentrarse en el mundo interior, el sosiego abre las puertas para ese acercamiento.
Así mismo, la ansiedad y la inquietud no permiten un adecuado descanso, pueden inclusive interferir en los ciclos de sueño y generar un malsano efecto en los procesos alimenticios, así como dolores en distintas partes del cuerpo.
Todo este camino de regreso hacia el 'yo interior' implica ver, analizar, reflexionar y aprender. Es un transitar por el autodescubrimiento en dónde las emociones juegan un papel muy importante. Son ellas las que avisan y alertan acerca del entorno, también pueden provocar confusión, sufrimiento y mucho miedo.
Miedo a conocerse, a acercarse a otras personas, a ser creativo, a que no le reconozcan o que no le amen, a fracasar, a no ser feliz, a no ser un triunfador, a no cumplir las expectativas de los más cercanos, en fin, en medio de tantos miedos es fácil quedarse estancado negándose la posibilidad de vivir.
La inquietud y la ansiedad se nutren de los miedos, por ello al identificarlos, lo que sigue es afrontarlos para reducir su tamaño y su poder, como paso fundamental para despertar la serenidad, la autoconsciencia y la armonía emocional.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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