Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Estaba atento, metido en el partido, Juan Esteban Suescún, prometedor delantero de Leones. Su rival celebraba, con desbordes de aficionado a prueba, el gol del empate que lo sacaba de la desgraciaba que se fraguaba desde el comienzo. Del juego en sí, el Pereira perdía el contacto. No lo razonaba, porque los minutos precedentes lo encontraban tenso, confundido, incapaz de darle vuelta a un resultado que ponía en aprietos su ascenso.
El disparo envenenado para el 3-2, salió de la nada, cuando el público aún celebraba el 2-2. Fue, sin duda, un golazo de media cancha.
Sobre el caso, el reglamento da margen para que los jugadores en campo propio, después de una anotación, puedan ocupar espacios en el circulo central, sin interferir en el juego. Eso dicen los expertos consultados. Negarlo sería beneficiar al infractor (ley cinco). La letra pura del reglamento, la taxativa, expresa en la regla ocho: todos en su campo. Cuestión de interpretación, lo que en derecho los abogados llaman hermenéutica. De paso el gol no estuvo precedido de infracción alguna como habla la “ley 10”.
Aparecieron de inmediato las mentes incendiarias atizando las tramas secretas y turbulentas del fútbol, en menosprecio al juego limpio. A Carlos Ortega, el árbitro, lo señalaron, porque su mente en caos, le llevó a anular lo que tantos vieron como acción legal, agigantando el impacto de su error por su enredada mecánica arbitral.
El instante crítico del partido en Pereira deja variadas sensaciones y alecciona frente al futuro.
Injusto es el reglamento de campeonato con los clubes de mejor campaña porque el acumulado de los puntos a lo largo del año no se premia; al contrario se castiga por una mala noche. Ya ocurrió con Pasto y con América en pasado reciente. Las celebraciones desbordadas, en el caso del Pereira, se dejan para el público vocinglero, los periodistas con su gritos entusiastas o para el final del partido, porque un despiste, como ocurrió esta vez, hace demasiado daño y pone en jaque un proyecto bien trabajado.
El ojo arbitral no lo ve todo. Es, el fútbol, un juego de pasiones, que admite variedad de juicios entre culpables e inocentes. El placer del espectáculo pasa por la pelota, siempre y cuando con esta no haya trampas.
La FIFA en reunión arbitral en Paraguay (la foto acompaña este texto) dio como válido el gol apoyado en razones de reglamento, señalando el error de Ortega al anularlo.
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