Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Manizales
Tan extraño, tan injusto, tan impensado, es el fútbol. Premio o castigo en un minuto. Se vio en la Champions, en el torneo colombiano y en la Liga de Europa.
Fueron cierres dramáticos, dignos de película de suspenso, con emociones a tope y profundas decepciones. El gol de Nacional, guardadas las proporciones, cuando el cotejo y las ilusiones morían ante el Junior, resultó tan determinante como el de Ramos del Real, cuando la fiesta era rojiblanca; o el de M`Bia, del Sevilla, cuando el partido ante el Valencia deambulaba en el filo mortal de la incertidumbre.
Volvieron a fallar los dispositivos de seguridad, con doble escudo defensivo, elegidos por los perdedores para resguardar las diferencias, no exentos de trampas, por la maldita tendencia a perder tiempo, especialmente entre los nuestros, para sucumbir frente al funcionamiento espléndido de clubes que nunca traicionaron sus propuestas ni renunciaron al ataque.
Lo ocurrido demuestra la utilidad y la eficacia de los métodos elegidos por los ganadores. Sin entrar en detalles, apabullaron a sus rivales con monólogos de fútbol, auspiciados por la posesión de la pelota. Ver al Real Madrid en el segundo tiempo, fue un deleite. Nacional exploró en la final todas las fórmulas, potenció sus líneas y exigió a Viera, el golero del Junior, hasta proclamarse campeón, por la vía menos justa: los penales.
Real y Nacional tuvieron argumentos para ajusticiar a sus oponentes, a través de la unidad de grupo y la identidad de su juego, cuando sus entrenadores estaban al borde de la crucifixión y los hinchas a punto del colapso. Y lo hicieron con tejidos pacientes de fútbol, buscando los huecos de entrada, en arranques veloces y depredadores. Todo a riñón puro.
Así es el fútbol, tantas veces resuelto en el último aliento, dejando lecciones, no aprendidas: No se celebra sin que el árbitro pite el cierre.
Tema para la reflexión: Si Real Madrid hace el gol en el último minuto es el premio a su ímpetu, a su coraje, a su intensidad. Si lo hace Nacional, es un milagro, con ayuda del árbitro. Si Junior se defiende con obstinación, es antifúbol. Si lo hace Atlético de Madrid, es alternativa válida, en concepción moderna del juego. Qué paradoja.
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Lo ocurrido demuestra la utilidad y la eficacia de los métodos elegidos por los ganadores. Sin entrar en detalles, apabullaron a sus rivales con monólogos de fútbol, auspiciados por la posesión de la pelota.
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