Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Se hizo dueño de la pelota y pretendió hacer daño, pero terminó goleado el Once Caldas ante Santa Fe. Sus errores lo condenaron. Las fallas en el manejo del balón en la defensa, la inefectividad en el ataque y el conflicto con el árbitro lo desquiciaron hasta embolatar la idea de triunfo. Sus aproximaciones, con pocos remates, y la incapacidad de controlar a Cuero, jugador de maniobras complejas con relampagueantes piques, asistido del arte sombrío de la falta fingida, lo liquidaron.
La fiesta, que había elevado al máximo la temperatura en la antesala, fue una pesadilla. El público furioso señaló al árbitro, dejando en segundo plano la desconexión de las líneas con incapacidad para asociar el juego en las bandas o en el interior del campo.
Sin duda el juez fue influyente. Acorraló al equipo con su autoritarismo y arrojó dudas en jugadas clave. El Once, con ello, perdió protagonismo y archivó las propiedades de su fútbol destinado a mejor saldo. Cada gol fue una estocada de un rival que saltó de la depresión a la euforia, por su eficacia en los terrenos del gol, compensando su falta de fútbol colectivo con su disposición al triunfo y con los alardes técnicos de algunos de sus futbolistas, conectados al ciento por ciento con el juego.
En medio de las estridencias arbitrales y los goles en duda, el Once cayó de la peor manera, la menos esperada. Fue, en general, un equipo sin vuelo, autodestructivo, que jugó para el ganador.
Atacar con dureza el árbitro, haciéndolo culpable, es el pretexto elegido, cuando las cosas no funcionan. Claro que Adrián Vélez, el pito, mereció el linchamiento verbal, por su largo viaje entre las dudas y las trampas, que paso a paso fueron menguando las intenciones del Once Caldas, hasta reducirlo a la impotencia total. Ya tiene antecedentes el sujeto de negro. En cotejos anteriores no garantizó la equidad en los juicios y de forma marrullera arremetió contra el blanco, en plan revanchista y provocador. En la antesala del título del 2011 se empeñó en jugar un partido entre ambos rivales en un lodazal en El Campín, con una inquietante intención de favorecer a uno de los protagonistas. Al final, en juego postergado, ganó el Once Caldas, 2-1. Una reflexión para el final: Si bien es cierto que el silencio es cómplice, con protestas indignadas, no se solucionan estos problemas. Las mismas, siempre van a la basura.
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