Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
El día D… el esperado. Llega el Mundial con su temperatura a tope, con todo su colorido, sus figuras, su ambiente carnavalesco, sus contradicciones sociales, sus fanáticos y detractores, las sombras corruptas y las ayudas técnicas arbitrales, tan discutidas y tan esperadas.
El Mundial en la cancha, el de los jugadores, sin equipo favorito, especulativo, físico, con modelos tácticos de poco estilo, repliegues defensivos densos y rápidos, con el temor a perder prevaleciendo sobre la necesidad de ganar. Tal vez triste, a definir con jugadas de estrategia, alargues o penales, como en las últimas versiones, con sus cargas emotivas a tope, en castigo inmerecido para los atletas.
Mundial con Messi a quien ya le dieron el trono de Pelé, Maradona y Beckembauer, sin ganarlo.
Trono que tanto pesa y que nadie, por méritos propios, ha vuelto a ocupar. ¿Podrá este muñeco de laboratorio, de rostro inexpresivo, de sonrisa fingida y requiebres mágicos con la pelota, ser el mejor en Brasil?
El Mundial de Colombia, con todas las expectativas de una selección mimada por el pueblo, sin un fuera de serie que desatore partidos o marque diferencias con sus goles, porque Falcao no está.
Equipo flaco sin la pelota, pulposo con ella. Sin equilibrio medular, con calidad para rivalizar en técnica y velocidad, simpleza, sentido común y cojones: lo esperado, para evitar el ejercicio sádico que llegara, inevitablemente, por la percepción que el público tiene del resultado como prioridad. Validos son los recuerdos malditos del 94.
El Mundial con los peinados estrafalarios de los futbolistas, con un agregado show de mujeres provocativas en las tribunas y en las playas, todas tan bellas, bronceadas, poca ropa y prominentes atributos.
El de los brotes sociales, con desbordes en las manifestaciones, colapsos en el trasporte y fallas en las infraestructuras, que afearán el entorno, pero no afectarán el espectáculo.
El Mundial con Carbonero, citado con urgencias, sin jugar un minuto con la Selección; sin Soto, tremenda injusticia, porque formó parte de los procesos y sus aptitudes lo hacían ideal para el relevo de Ramírez, lesionado.
El Mundial de la cúpula de la FIFA disfrazando con sonrisas su corrupción. De nuevo el Mundial.
De nuevo Colombia.
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