El siete de diciembre de 2014, en cumplimiento de una convocatoria previa del Consejo Superior de la Judicatura, los 27.690 aspirantes a ser incluidos en las listas para nombramientos en propiedad en los cargos de jueces o magistrados, presentaron las correspondientes pruebas de conocimientos. Dos meses después, al hacerse público el resultado y ponerse de manifiesto que solo clasificaron 1.341 (243 para magistrados y 1.098 para jueces) los medios de comunicación presentaron la noticia como una rajada general de la Justicia. Muchos, además, editorializaron para criticar y señalar la pobreza de nuestra justicia. "El Colombiano", por ejemplo dijo: "Solo el 6,2% de quienes presentaron las pruebas de conocimiento las aprobaron. Si ya hay suficiente desconfianza hacia la justicia, esta realidad hace aún más difícil el tránsito hacia un país más justo". Opiniones como esta, vertidas a la ligera, son injustas y demuestran falta de conocimiento o de investigación.
En primer lugar. La JUSTICIA, así con mayúsculas no se raja en exámenes, tampoco cuando sus decisiones no son del gusto de algunos de los intervinientes. Lo hace cuando no resuelve en términos, léase caso Colmenares, o no obtiene la prueba (Años atrás se dictaba una sentencia llamada inhibitoria, esto es, "ni chicha ni limoná", que era, ésta sí, la mayor rajada) o cuando por defectos de forma o errores judiciales de procedimiento se declara una nulidad, no se puede sanear y se debe reiniciar el proceso. Pero ese es otro asunto. Los que se rajan en los exámenes son los aspirantes, ni siquiera jueces o magistrados, así los haya entre aquellos, aún cuando mejor, como se verá, debería decirse simplemente que no clasificaron.
El proceso de selección para lograr la opción a ingresar en la carrera judicial, porque de eso se trata, es muy bueno, diría que excelente y, desde luego, riguroso. Mírese si no, primero se hace un examen de conocimientos, el que acaba de concluir. Los que clasifican son recibidos en un curso concurso que dura dos años, en el que se perfecciona al pupilo para la tarea de ser juez o magistrado. Con los mejores de este curso concurso se confecciona una lista de elegibles para todo el país, de donde se deben proveer las vacantes. Los jueces que se presentaron no fueron calificados en los cargos que ejercen, de eso no se trata, porque optan por otros cargos.
Resulta entonces evidente la injusticia de señalar que los resultados de la prueba de conocimientos generan desconfianza en la justicia o en los jueces, es una deducción abusiva que no se apoya en hechos. Es injusta con los seleccionados y, sobre todo, con el procedimiento que es ejemplar por lo riguroso, toda vez que permite seleccionar y preparar los mejores para la noble, importante y exigente labor de juzgar.
No hemos tenido antes en la administración de justicia, o en otras actividades, un procedimiento más calificado para seleccionar por méritos, pues, como queda dicho se selecciona a los mejores para luego capacitarlos para la correspondiente tarea.
No faltará quien diga que, de todas maneras, el número de aspirantes "rajados" es muy alto. Pero es que no se está calificando una labor, por ello se dice que la prueba de conocimientos es clasificatoria. Además, como no se les puede preparar a todos, ni las vacantes a proveer son ilimitadas, se debe ser riguroso en la selección y el baremo debe ser alto: Solo clasificaban quienes obtenían 800 o más puntos sobre 1.000 posibles, esto es ocho sobre diez. Una verdadera selección para que no haya desconfianza en la aptitud de quienes, luego, serán preparados para impartir justicia.
Ahora, con la llamada ley de equilibrio de poderes en marcha, cada día se buscan motivos para despotricar de la justicia en general y del Consejo Superior de la Judicatura en particular, para apoyar el afán por eliminarlo. En realidad hay razones para hablar mal, pero son más personales que institucionales, mas no llegar a la injusticia de cargarle a la justicia y al Consejo una mala actuación inexistente. Está mal que no se elogie la estricta selección por méritos, pero aún más que se demerite. Parodiando el dicho español: De errores y faltas, los justos.
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