Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
El estado de emoción de una vereda se podría medir por el número de estudiantes en la escuela. Si hay muchos niños, hay felicidad. Si hay pocos o ninguno, quizá las cosas no andan bien. La reflexión es de don Jairo Muñoz, líder comunal y habitante de la vereda La Estufa, en Neira.
- Don Jairo, buenos días ¿Cómo está?
"Bien muchas gracias, sigan y se sientan"
- ¿Qué pasó con la escuela y los niños?
El señor entiende que el asunto es serio. Por eso, se toma su tiempo para acomodarse en una banca larga, en el patio de la finca Normandía. Justo a unos 200 metros de allí está la Escuela San Juan Bautista, que se muere de soledad como otras 28 en caseríos de municipios de Caldas.
El cierre de primarias en zonas rurales del departamento, al decir del señor y de autoridades educativas, está ligado a factores económicos, que detonan el éxodo.
"Como la ley ordenó pagarles seguridad social a los agregados y trabajadores, la cosa se complicó. Las fincas no dan para eso. Aquí había unas 12 familias, en la escuela eran 16, 18 y hasta 22 niños, pero todos se fueron buscando mejores condiciones, y como no las encuentran van de región en región".
En el presente año en la Secretaría de Educación de Caldas se ratificó la clausura temporal de 29 escuelas, 24 de ellas por falta de matriculados, 3 por cancelación voluntaria de un programa privado, 1 por mala infraestructura y 1 por presencia de minas antipersonal.
Aguanta
La San Juan Bautista aún resiste el paso de seis años de abandono. Sin embargo, los techos se empezaron a desprender y las paredes se desmoronan. Sus únicas visitantes diarias son reses que pastan en potreros vecinos y que en las noches duermen en el que fue el salón de clase. Tierra y estiércol ocupan el sitio donde antes estaban los pupitres con los alumnos.
El señor continúa: "Con la comunidad hicimos un gran esfuerzo para tener escuela. La gente llegaba a trabajar y construía las casas en las fincas. La escuela les quedaba a la mano".
La disminución en las matrículas también obedece a otros factores como la violencia y la negativa de padres a enviar a los niños, entre otros. Sin embargo, en medio de este panorama no todo está perdido. En la nota Suena la campana, y no las balas, publicada por este diario el 28 de junio pasado, se contó como la Gobernación actual logró la reapertura de 13 escuelas, que en la década pasada sufrieron el paso de guerrilleros y paramilitares.
La frustración y la nostalgia sin la San Juan Bautista abierta se encuentra a dos montañas de allí. En el sector de Puerto Esterilla vive la familia Vargas. Hace seis años se fueron de la zona y regresaron tres años después. "Encontré que la escuelita ya no funcionaba", manifiesta doña María Adelfa Gaviria, madre de Duberney, Erika, Yesica y Camilo, y abuela de Marlon Esteven, quienes pasaron por el plantel.
Sus hijos mayores empezaron la primaria en el centro educativo. Camilo evoca: "Era lo mejor, nos quedaba cerca y nos íbamos todos juntos y a pie, acompañados por nuestras mamás". Marlon Esteven: "Me gustaría estudiar allá. Es más cerquita, y pasa una quebrada con un charco para uno bañarse".
Panorámica
El golpe económico en la zona también se aprecia desde lo alto. "Todos esos terrenos antes eran cafetales y luego cañaduzales, pero como ya no dan resultado se quedaron solo en pastos", analiza don Jairo.
Los Vargas, sin la escuela cerca, quedaron en la encrucijada. Tenían dos. Camilo está en quinto y Marlon Esteven, en segundo. Tenían dos opciones, matricularlos en Llano Grande, en Neira, o en el Guineo, en Manizales, ambas lejos de Puerto Esterilla.
La economía del hogar pronto empezó a sentir el rigor de la distancia. "Como los niños no tienen transporte escolar, nos toca madrugar a llevarlos en la moto, y se gasta mucha gasolina", dice la señora.
Las 29 escuelas cerradas forman parte de los elementos que cada año reducen el número de matriculados en instituciones oficiales en Caldas. Este año, sin contar el programa de adultos, ingresaron 98 mil alumnos. Hace 10 años había 137 mil 539.
Sin fronteras
Los Vargas esperan transporte, en el límite Neira-Manizales, donde los podría perjudicar un impedimento administrativo a las alcaldías. Ellos viven en Neira, y estudian en la escuela El Guineo de Manizales.
Sin embargo, Fabio Hernando Arias, secretario de Educación de la capital caldense, y Hernán Castro, director de Núcleo de Neira, coinciden en que en derechos como la educación no hay fronteras. "Es más en la actualidad brindamos transporte a ocho niños de Neira que estudian en el Guineo", comenta Arias.
Para don Jairo es fundamental que se apoye el campo, que mejoren las condiciones para los cafeteros. "Si las fincas son rentables pueden volver los trabajadores en mejores condiciones, y con ellos las familias y sus niños".
Una medida técnica indica que la relación en el campo son 22 alumnos por 1 profesor. La realidad, sustentada en zonas de difícil acceso, es otra. En algunos casos hay 10, 8, y hasta 4 alumnos por una docente. "Estamos haciendo un esfuerzo muy grande para que ningún niño esté por fuera del sistema educativo", comenta la secretaria de Educación de Caldas, María Aracelly López.
Reconoce que la población es flotante en el Eje Cafetero. "Por eso estamos en campañas para que la gente se quede, ofrecemos transporte, alimentación, profesores, no hay razón para que un niño se quede sin estudio".
Pesar
Don Jairo, Camilo, Marlon Esteven, María Adelfa, los funcionarios y otras personas que hablaron en esta nota sueñan con escuelas abiertas. Que en vez de vacas, maleza y soledad haya niños. Y quizá un payasito pintado en la entrada con cuatro bombas, verde, roja, negra y azul, como el de la San Juan Bautista, dando la bienvenida como en los viejos tiempos.
¿Don Jairo qué siente al ver la escuela cerrada?
"Mucha tristeza".
Don Jairo en el salón, hoy convertido en pesebrera.
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