MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Manos campesinas de la vereda Alto Arroyo cortaron guaduas y amasaron tierra para levantar hace por lo menos 90 años la capilla del lugar.
Eran familias extensas, que desde sus fincas buscaban elementos de unión comunitaria y fortalecimiento de la religiosidad como escala de valores para educar a los hijos. El empeño no fue en vano, entre 1920 y 1930, a punta de trabajo comunitario, lograron construir un templo, de unos 15 metros de profundidad por unos 8 metros de frente, no muy grande, pero sí suficiente para los oficios religiosos y el cumplimiento de los sacramentos de la población, recuerdan nietos y vecinos de Jesús Antonio Rendón y Eufemia Jiménez, que donaron un lote de su finca, denominado Villa Praga, para levantar la estructura.
Devoción
Salió una construcción hermosa en bahareque, teja de barro, puertas en madera, pisos en tierra, y hasta para el campanario les alcanzó. La fueron dotando. De España llegaron campanas en bronce; y de otros sitios un santo Cristo; imágenes de la Virgen del Carmen y de santos; vitral, bancas, lampararios y un reclinatorio en madera de 1942; además de los objetos litúrgicos, entre los que se destacan cáliz, copón, patena y un misal impreso en 1922 en Bélgica y escrito en latín, como se oficiaban las misas de la época.
El tiempo transcurría en la vereda. En la semana, trabajo en el campo y en la casa. Los domingos, para la misa en la capilla, e incluso los lunes subían a hacer una oración especial. La devoción los movía, hasta los jóvenes recogían plata para mantener el templo, cuenta Hernando Jiménez, residente de 82 años.
Un tiempo después, no recuerdan cuándo, fue consagrada al Niño Jesús de Praga. El diseño externo del templo trató de imitar la estructura de capillas campesinas españolas, indica Luis Guillermo Valencia, nieto de los donantes.
La silenciaron
A finales de los 70 la capilla se empezó a deteriorar y hace 30 años sufrió un golpe certero, se le robaron las campanas. El repique se dejó de escuchar en la vereda y fue como si el silencio hubiese atraído el deterioro. El bahareque y las tejas comenzaron a ceder por pedazos, la madera a cuartearse, los vidrios a ser víctimas de vándalos.
Para evitar los saqueos, líderes comunales autorizaron a vecinos que se llevaran a sus casas parte de la dotación. Solo quedaron adentro las bancas y la mesa del altar. Teresa Valencia, esposa de Hernando y quien forma parte de la Junta Protemplo, tiene bajo su custodia el cáliz, el copón, la patena, el misal y un atril para recostarlo; el reclinatorio y un Cristo de mesa.
Las imágenes de la Virgen y el Santo Cristo los restaura la escultora Martha Lucía Londoño en Manizales; su abuelo, Álvaro Carvajal, también escultor, las elaboró, señala doña Teresa; del resto, poco se sabe.
Ya con una estructura haciendo carrera a la ruina y con pocos dolientes entre la comunidad, los nietos y personas interesadas en rescatarla solicitaron ayuda. En el 2013, los pobladores más antiguos buscaron declaratoria de patrimonio o bien de interés cultural, pero fracasaron en el intento. Un año más tarde crearon la Junta Restauradora Procapilla.
Volvieron las actividades comunitarias: bazares, festivales, cabalgatas, caminatas que les dejaron $10 millones para empezar la recuperación. “Con ello cambiamos el techo y conseguimos a un señor para que iniciara las obras de recuperación”, comenta doña Teresa.
Crisis
Luis Guillermo se quejó porque contrataron dos oficiales para hacer trabajos no especificados de reconstrucción y/o remodelación, con todos los riesgos y perjuicios que conlleva para la preservación. La Junta suspendió las obras. Lo que se veía en diciembre del 2015, un año después, era la muerte lenta de lo que construyeron los abuelos, considerado por los lugareños patrimonio histórico, religioso y cultural de la región.
Los esposos Hernando y Teresa confiesan que los trabajos no se han hecho con mucha técnica, pero fueron acciones bienintencionadas.
Las tejas de barro fueron arrojadas desde lo alto y muchas se quebraron; ahora hay una cubierta con teja colonial; el bahareque lo están revistiendo por los cuatro lados de la fachada con placas de cemento (superboard) para que el agua lluvia no se filtre hacia adentro. La Junta tiene una deuda de $1 millón 300 milporque repararon una pared que tenía un hueco, por donde estaba ingresando la gente.
La nonagenaria capilla se resiste a dejar de abrir sus puertas, la comunidad también, pero a abandonar el trabajo para recuperar un ícono de la vereda Alto Arroyo, que es fruto del sudor y el trabajo de los abuelos.
Resurgimiento
A principio de este año se vincularon varios profesionales como apoyo a la Junta Procapilla, entre ellos arquitectos, que elaboran un proyecto para recuperarla. Felipe Chica es uno de ellos, trabaja en la Universidad Católica de Manizales, pero ayuda a título personal, aunque pretende que esto se convierta en un trabajo de investigación con estudiantes.
“Vale la pena recuperar el templo y potenciarlo como lugar de encuentro para la comunidad, para la memoria histórica e incluso como parte del Paisaje Cultural Cafetero. No es patrimonial, pero buscar su declaratoria sería un proceso largo e implicaría hacer un plan especial de manejo y protección. Estaba amenazando ruina, la comunidad le hizo una intervención tratando de salvarlo, no fue algo muy estético, pero dejarlo como estaba era peor. Fueron acciones de buena voluntad”.
Ubicación
Alto Arroyo está a unos 10 minutos de Villamaría, sobre la vía que conduce a las veredas Alto y Bajo Castillo, Llanitos y Río Claro, esta última fuertemente afectada por la avalancha del Volcán.
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