Liset Espinoza
LA PATRIA | Riosucio
A las 9:20 de la mañana de ayer a la iglesia de la Candelaria de Riosucio no le cabía un alma más. Centenares de feligreses llegaron para dar el adiós padre José Ancizar Mejía Palomino. Allí muchos de ellos reconocieron su sotana blanca y su biblia, que reposaban sobre la caja de madera en donde yacía su cuerpo.
Ante tanta multitud varios llevaron sillas desde sus casas para ver la ceremonia en primera fila. Algunos no lo conocieron de cerca, pero quisieron hacer parte de su despedida. Otros entre murmullos decían: “qué pesar del padrecito”, mientras el rostro de Miladi Fiscal, se humedecía por el llanto.
Fueron muchas las lágrimas que el asesinato del sacerdote, ocurrido el domingo pasado, bajaron por las mejillas de los riosuceños. Al padre lo encontraron sin vida en su casa, atado de pies y manos. “Falleció a manos de autores desconocidos”, dijo el lunes la Alcaldía en un comunicado.
Miladi, mujer morena, de baja estatura y proveniente del corregimiento de Bonafont, describe al sacerdote como una persona humana, colaboradora y protector de los animales. Ella dice que de la vivienda del padre, ubicada al frente de la Institución Educativa Normal Superior Sagrado Corazón, le sacaron 20 animales entre perros, gallinas y patos.
“Él hospedaba en su casa a todos los perros de la calle, les dio un hogar. Desde su muerte la Alcaldía se encargó de la protección, cuidado y alimentación de los caninos, mientras se construye una perrera municipal”, comenta.
Con su voz entrecortada agrega que cuando el padre de la Parroquia no se encontraba, era el padre Mejía quien se encargaba de presidir las misas, visitar enfermos y orar a donde lo invitaran.
Aferrados
El fuerte olor a formol empezaba a impregnarse en los hilos de la ropa, mientras un escuadrón de sacerdotes se acercaba al ataúd que se encontraba delante del altar.
Un perro se paró y luego se acostó a un lado del féretro. El olor que se asemejaba a flores marchitas se fue opacando, como consecuencia de la quema del incienso batido por un cura.
Alexánder Ramírez, párroco de Riosucio, manifestó que el padre José pertenecía a la Diócesis de Buga y muchos años colaboró con la Parroquia de San Sebastián.
“La vida del padre Ancízar se distinguió por ser sencilla y de mucha entrega a las labores parroquiales. Él siempre estaba disponible para cualquier persona y se convirtió en un hijo de Riosucio porque desde 1985 vivió aquí”.
Agregó que lo sorprendió la muerte del religioso porque nunca se llegó a escuchar en el municipio que tuviera problemas con alguna persona o grupos sospechosos, “era muy cercano a la comunidad”.
Asimismo, manifestó que el sacerdote vivía solo porque su familia se encontraba lejos y no estaba vinculado a ninguna Parroquia del municipio, sino que siempre estaba a disposición de la iglesia y la comunidad.
Por su parte, Daniel Taba Molina, feligrés, expresó que el padre José siempre compartía con los enfermos y no le importaba ir hasta las veredas para visitarlos.
El recorrido
A las 12:00 del día había caos en la salidas de la iglesia la Candelaria, pues se acercaba la hora de llevar el féretro hasta el cementerio San Sebastián.
Durante el recorrido varias personas usaron sombrillas para cubrirse de los fuertes rayos de sol. Algunos perros, como entendiendo que se iba su mejor amigo, corrían para llegar de primeros y despedir a quien les prestó su casa para que la habitaran.
Urilia Buriticá, religiosa de la congregación de la Sagrada Familia, fue la persona que se encargó el domingo de buscar al padre por todo el municipio, ya que este no apareció para dar la eucaristía.
Después de varias horas de búsqueda, Óscar Fernando, vicario cooperador de la Parroquia de Riosucio, le notificó a la religiosa que un joven que ayudaba al padre Mejía se había trepado por una de las ventanas de su casa y lo encontró amordazado y sin signos vitales.
“No hay palabras para describir eso. El padre Ancízar era un alma de Dios, era un hombre muy santo, muy caritativo con los pobres, enfermos y necesitados. Él muchas veces decía que no era San Martín de Porres, pero amaba los animales porque los protegía mucho. Nunca ponía pretexto para visitar a la gente. Él era el pastor de los enfermos y de los pobres. En una palabra se nos fue un santo”, aseveró.
Gloria Cano Sánchez es profesora y conocía al padre desde hace ocho años. De su cuerpo resaltaba el negro de su ropa y el rubio tinturado de su cabello. Se distinguía en el municipio por ser quien estaba pendiente de los medicamentos del padre, de llevarlo al médico cuando se sentía mal y de recibir la plata que le enviaba una sobrina desde Bogotá para su sostenimiento.
Mientras caminaba la larga calle comentaba que desde noviembre del año pasado le había comprado al padre su residencia, pero la única condición que le había impuesto para vendérsela, era que seguiría viviendo allí hasta que Dios se acordará de él.
Al llegar al cementerio, la bóveda número 15 esperaba ser ocupada, mientras miles de feligreses hacían un corrillo para despedirse del padre que nunca desamparó a los enfermos y a pobres.
Desde la Alcaldía
Abel David Jaramillo, alcalde de Riosucio, dijo ante lo sucedido que siente un vacío y un profundo dolor por la muerte del cura, por lo que sustenta que las autoridades se encuentran en la tarea de esclarecer los hechos lo más rápido posible.
“Desde la Secretaría de Gobierno de Caldas y la Alcaldía estamos ofreciendo $5 millones de recompensa para dar con los responsables de este cruel crimen, que en este momento enluta nuestro municipio”, expresó.
Agrega que seguirá trabajando para que no vuelva a ocurrir un acto como este y se respeten los derechos fundamentales de las personas. Por tal motivo, pide a la comunidad que si sabe de alguna información, se comunique a la línea 123 de la Policía Nacional o se acerquen a la estación de Policía de Riosucio. “Se ofrece total reserva y protección a testigos”, concluyó.
Perfil
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José Ancizar Mejía Jaramillo tenía 84 años y era oriundo de Riosucio, su familia estaba compuesta por sus padres y seis hermanos más.
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Según su hermano Ángel María Mejía Jaramillo desde pequeño le encantaban las sotanas y las misas. Por ello, fue monaguillo y cuando terminó su bachiller, se fue a estudiar para convertirse en cura.
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El 3 de marzo de 1979 fue ordenado sacerdote, perteneció a la Arquidiócesis de Buga y estaba adscrito a la Arquidiócesis de Pereira.
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Duró cinco años siendo el párroco de Venecia (Valle) y en 1985 se trasladó para Riosucio hasta el día de su muerte.
Novenario
Quienes estén interesados en asistir al novenario del padre José Ancizar Mejía Palomino deben dirigirse a la capilla de la sagrada familia, a partir de hoy a las 7:30 de la noche.
En adopción
Los perros que vivían con el padre y que actualmente están en manos de la Alcaldía van a entrar en adopción, después de que la administración termine de realizarles las vacunas y verificar que se encuentren en buen estado de salud.
Desde los sacerdotes
Óscar Fernando Franco, parroquia de la Candelaria de Riosucio
La iglesia ha sido y será perseguida, pero el Evangelio no. Todas las personas del mundo entero se deben respeto por ello, un sacerdote tan humilde nunca debe morir así.
Jairo Sánchez, parroquia de San Andrés de Quinchía
La violencia no es cristiana ni evangeliza. La vida es un don de Dios. El cuerpo se mata, pero el espíritu no. Los sacerdotes como institución de Dios se deben respetar.
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