¿Llegó la paz?
Señor director:
La paz comunista se logra cuando le quitan a los propietarios todo lo que tienen y el gobierno administra todos los bienes dando educación, salud, vivienda y cultura gratis a todo el mundo. La paz democrática llega cuando los que manejan el dinero le dan trabajo a todo el mundo, cada familia consigue con su propio esfuerzo lo que necesita y se vive en fraternidad, libertad, justicia y solidaridad.
En Cuba le oí decir muchas veces a Fidel Castro que la revolución comunista había hecho de ese país un oasis de paz. Pregunté a mis feligreses y me respondieron que sin poder honrar públicamente a Dios, sin libertad, sin aliciente para el trabajo, sin dinero, sin posibilidades de iniciativa esa paz es angustiosa, desesperante e invita a huir. No es paz.
Se anuncia solemnemente que a nuestro país llegó la paz. Hablo con la gente y oigo decir que cuando a la clase dirigente le sobran las riquezas y se siente orgullosa de tener habilidad para apoderarse del erario público y los que no tienen vivienda ni trabajo tienen que pagar arriendo, servicios carísimos, impuestos elevados, la angustia es inmensa, los sufrimientos intensos, viene la desesperación. No hay paz. Estos últimos muy fácilmente están dispuestos a recibir la camiseta roja, a aceptar una comida gratis al día para mantener en el poder a quien les garanticen la posibilidad de tener vivienda, salud y educación.
La disidencia de las Farc, la violencia del Eln, las bandas criminales, el mini-tráfico de estupefacientes, la delincuencia generalizada, el contrabando y todos las irregularidades que día a día nos presentan los noticieros de televisión son expresión de que estamos en guerra.
¿Muy simplista? Sí. Es mejor decir la verdad: estamos amando más al dinero que a Dios y por amor al dinero somos capaces de robar, matar, secuestrar, apoderarnos de los recursos que el Estado tiene para solucionar los problemas. Por amor al dinero somos capaces de mentir, hacer negocios sucios, contratos ilícitos, juramentos en falso y todas las fechorías que sean indispensables.
¿Y todo esto para qué? Para la mayor estupidez: llegar al final de la vida tapados de plata, haciendo alarde de poseer mil cosas sin haber aprendido lo único que es verdaderamente necesario: amar a Dios y al prójimo.
¿Con quiénes nos vamos a encontrar al final de la vida? Con el que nos hizo, Dios que es amor, y con la gente, la Virgen, los santos, nuestros familiares, nuestros vecinos y los pobres que sufren a nuestro alrededor. Si no sabemos amarlos estamos perdidos.
Tener dinero bien habido no es malo. Dar trabajo es urgente. Utilizar el dinero del Estado solo para el bien común es camino de paz. Que haya cierta igualdad en los salarios es una necesidad. Que el que gana el mínimo pueda vivir dignamente. Que los que gobiernan sean austeros y disciplinados, sin codicias y maldades. Hay que cambiar de actitud. Fomentar la cultura de la honradez.
De no ser así, pues, dejemos que Timochenko y sus secuaces sean los que nos manden para obtener que los necesitados sobrevivan. No les va a quedar muy difícil. El sonado acuerdo con las Farc les dio a los exguerrilleros todos los medios para que puedan lograr el objetivo. Yo ya sé lo que es vivir en un país comunista: todo el mundo pobre pero a nadie le falta el arroz y los fríjoles, techo, educación marxista y salud para prolongar una vida sin religión y por consiguiente aburrida y sin sentido.
Pbro. Bernardo Naranjo Giraldo
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