Premio por partida doble
Señor director:
El presidente Juan Manuel Santos Calderón recibió 2 veces el premio por sus gestiones gubernamentales en favor de la paz.
En efecto el mandatario colombiano acaba de recibir el Premio de la Paz 2016 por parte del Comité Nobel en Oslo, Noruega, organización mundial que tuvo en cuenta “sus decididos esfuerzos y por tratar sistemáticamente de avanzar en el proceso de paz” y el poder primario electoral del país, con 12.808.858 votos aprobó la pacificación del país. Sí, es que de las 6.431.376 que votaron No en el debate plebiscitario también y en forma efectiva demostraron su deseo, al igual que los 6.377.482 sufragantes por el Sí, por la paz en el país. Lo que ocurre es que los votantes del No sufragaron por la negativa a los acuerdos logrados por los delegados del Gobierno Nacional con voceros de las Farc en La Habana, Cuba...
Ahora la mayoría de los ciudadanos nos sentimos y expresamos nuestra complacencia por el resultado electoral general y el premio Nobel de la Paz 2016 que son, a la postre, reconocimientos para el presidente de Colombia. Anhelamos que el acuerdo de paz también reciba por parte de los delegados del Gobierno Nacional y las Farc cambios importantes en lo pactado sobre empresa privada y tierras, granjas agrícolas, alivio judicial para integrantes de la Fuerza Pública, narcotráfico como delito conexo a los de lesa humanidad y menos beneficios electorales, entre otros puntos. La complacencia del pueblo es mayoritaria debido a que solamente dos nacionales colombianos han sido merecedores de reconocimientos por parte del Comité del Nobel en Oslo, Noruega, Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, (1982) y Juan Manuel Santos Calderón, Premio Nobel de la Paz 2016. Es muy claro que la verdadera paz de Colombia, para todos sus habitantes, comenzará con la eliminación de tantos problemas sociales o los asuntos llamados desigualdades. El Premio Nobel para la Paz le llegó al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón, por partida doble en 120 horas, y para los próximos tiempos de su mandato constitucional todos los habitantes del país solo esperamos un cambio de rumbo en la administración con la eliminación o por lo menos disminución de tantos problemas sociales o los asuntos llamados desigualdades.
Jorge Enrique Giraldo Acevedo
Moralejas de un plebiscito
Señor director:
El plebiscito, como experiencia política, deja moralejas que son aprendizajes sociales que deberán tenerse en cuenta, sino queremos volver a repetir los mismos yerros o quizás peores. Veamos algunos: el exceso de Triunfalismo, indujo a creer que todo está ganado y se terminó “ensillando sin traer las bestias”. Todo parecía salir muy bien, el apoyo internacional, los pasos jurídicos y políticos se tramitaron sin dificultades a la vista, el acuerdo bien “pensado y confeccionado”, el acompañamiento de figuras reconocidas y los protocolos con ceremonias fastuosas, daban un aviso inequívoco que su refrendación, iba a ser “pan comido”. Pero, el día de la quema, el humo no fue blanco como se esperaba. El aparato oficial se “movilizó”, los gobernadores, alcaldes y partidarios del plebiscito se comprometieron a apoyarlo y a impulsarlo acompañados por los medios de comunicación y las encuestas que daban como ganador el Sí. Lo que supuestamente no se preveía, era qué pensaban los partidarios del NO. La abstención, este fenómeno de apatía política tiene sus raíces y su historia que hacen parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo que tiene como base la ignorancia política y, en consecuencia por el concepto de democracia. Queda demostrado que el 74% no participaron sumiéndose en la apatía, la indiferencia, la indolencia y la abulia, como si ellos no fueran colombianos. El 36% se polarizaron entre el Sí y el No. Son dos fuerzas mínimas que decidieron el rumbo del país en algo tan trascendental como es la búsqueda de la paz. 36% de votantes, dividido en dos, porque el margen de ganancia fue muy escaso, algunos dicen pírrico. Se concluye que con esta anemia política y democrática, difícilmente se podía llegar a legitimar una decisión de tanta envergadura. Queda demostrado una vez más que en nuestro país existe la dictadura de las minorías.
Cordialmente,
Elceario de J. Aristizábal
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