Manizales no es eso…
Señor director:
Cuando diferentes factores de tipo social y económico hicieron que nuestros ancestros fundaran a Manizales en medio de las montañas condicionaron en gran medida diferentes realidades, que con el pasar del tiempo, se han ido haciendo más evidentes, a medida que la ciudad se desarrolla y sus fronteras urbanas se amplían.
Crecer urbanísticamente en unas montañas pone el primer reto en adaptar los territorios para habitarlos, lo que en términos prácticos se hizo de manera afortunada cuando los sistemas constructivos propios de las épocas fundacionales respetaron, por el uso de los materiales, las alturas de los edificios y las agrupaciones que definía la trama de la ciudad; los criterios básicos del contexto, respondiendo a las determinantes del medio, lo que era garantía en cuanto que los impactos generados en la transformación del lugar no ponían en riesgo a los pobladores y las necesidades básicas a que eran expuestas dichas estructuras cumplían con la expectativa urbana de ese momento.
Dicha rutina de adaptación respetuosa, de la mano de un crecimiento lento, permitió que diferentes procesos se desarrollaran y se fueran incorporando nuevas determinantes que el entorno imponía, como fue en primera medida la actividad sísmica de la región, lo que en términos de los profesores Jorge E. Robledo y Gilberto Flórez en su libro La Arquitectura Campesina del Bahareque en Caldas, el caso de Pueblo Rico de 2016, representa uno de los desarrollos más importantes en términos constructivos y arquitectónicos de la época en el escenario mundial, al tener el primer sistema constructivo para edificios de más de un piso, pensado para resistir la actividad sísmica en nuestra región. Décadas después, los grandes incendios marcaron otro momento histórico en el desarrollo urbano de Manizales, ya que las rutinas se ajustaron para proponer otras maneras de hacer los edificios en cuanto la posibilidad de incorporar materiales como el acero y el concreto para remplazar la madera. Por ende, la ciudad ajustó una serie de patrones de crecimiento, lo que hizo que la forma de Manizales presentara características y formas de hacer particulares que nos llevó a un nivel especial en el país. Esto hizo que en la década del 80 muchos de nuestros marcos normativos fueran referencia de los nacionales y pioneros en muchos sentidos de las reflexiones propias que decantaron posteriormente como leyes de la república.
Esta particularidad en el desarrollo en los últimos años se viene perdiendo, y otras dinámicas, que no responden a nuestra realidad, se han venido imponiendo de la mano de marcos legales que inducen fenómenos y conflictos que no son naturales a nuestros procesos. De esto, la rutina del desarrollo urbano de la mano de la urbanización extensiva, viene poniendo en crisis condiciones que representan desde diversos aspectos, un impacto directo a las forma de Manizales, ya que cambia su topografía, desvía sus aguas o las sepulta, tala sus bosques o contamina su aire.
En este momento, que nuevamente el modelo de ocupación del territorio entra en discusión, nos debemos preguntar si densificar las áreas fuera del perímetro urbano, permitir edificios en laderas, o construir viviendas para estratos socioeconómicos que no las requieren deben ser eje de las ideas sobre el desarrollo que marcarán las formas de Manizales en las próximas décadas. Sin duda en las últimas décadas algo de esas formas estamos perdiendo.
Gustavo A. Arteaga Botero
Acentos y tildes
La edición del 9 de diciembre menciona varias veces el paraje rural el Árgel, de Villamaría. No debe marcarse ninguna tilde; el acento es agudo, como el de la capital de Argelia.
Un villamariano
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