El valor de la convivencia
Señor Director:
Una de las características del ser humano es la sociabilidad. Así lo manifestó Aristóteles (384-322 a. de J.C.).
Si así pensaba este gran genio de la humanidad, según los analistas, ¿qué se podrá pensar dos mil trece años después?
Convivencia, para muchas personas es un tema muy intrincado y generalmente desconocido. Es algo que no hace parte de su vida.
En las instituciones educativas se habla de convivencia, pero... ¿cómo se practica?, ¿quiénes la practican? ¿dónde se practica?
La sociabilidad tiene una estrecha relación con la convivencia, ya que lo uno se complementa con lo otro.
Ser sociable es reconocerse como parte de un colectivo que se integra, es reconocer que se es un ser humano con todos sus valores intrínsecos y extrínsecos que definen a la persona humana.
Esa naturaleza humana, es la que hace que el ser humano se comporte como tal y se deje regular por las normas que garantizan el bien común aceptando que somos sujetos de derechos, deberes y obligaciones.
Una buena convivencia, exige practicar las buenas maneras, tener buenas relaciones con los demás seres humanos, no incomodar a los demás, compartir pacíficamente los espacios que socialmente nos corresponden, no agredir a nuestros congéneres, desarrollar sentimientos de solidaridad, respetar las ideas ajenas, tolerancia para evitar conflictos y muchas cosas más.
A veces nos preciamos de ser muy académicos, muy ilustrados, muy profesionales, muy connotados, muy eruditos, pero... ¿de qué nos sirve?
El saludo, es una manifestación de convivencia, pero... ¡cuánto nos duele saludar!
Pasamos muchos años viviendo en el mismo sector y nunca se nos ocurre saludar a los vecinos con el pretexto de ser habitantes de la ciudad. Ni siquiera sabemos quién vive a nuestro lado, porque la vida moderna es así. ¡Cuántos buenos vecinos llenos de valores nos hemos perdido por no practicar la Convivencia.
Esa falta de integración, impide que no se trabajen proyectos de beneficio común y se ayude a mejorar el sector donde habitamos.
La familia humana es única, estamos enlazados por sentimientos comunes, nuestro rumbo es el mismo, compartimos la tierra y terminaremos inexorablemente en igualdad de condiciones.
Los núcleos humanos, llámense barrios, ciudadelas, por su naturaleza, somos una familia grande y en consecuencia debemos comportarnos con la convivencia individual y social que nos corresponde.
Existen vecinos que con su mal comportamiento practican muy bien lo que es la falta de convivencia: fiestas hasta el otro día, música a alto volumen, escándalos familiares y otras conductas que cualquier entendido las deduce.
La convivencia, más que aprenderla, se debe practicar y así la vida se vuelve más dulce, más amable, siendo una tarea que corresponde sembrar a los padres como formadores y a los maestros en sus sabias enseñanzas.
Elceario de J. Arias Aristizábal
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