Las elecciones presidenciales
Señor Director:
Nos encontramos ad portas de uno de los acontecimientos más importantes de la vida política de nuestro país, las elecciones presidenciales. En esta ocasión los aspirantes que ansían ocupar el solio de Bolívar, mediante una ardorosa campaña, que más que una verdadera campaña política entre gente civilizada, parece más bien una pelea entre verduleras. ¡Qué tristeza! ¿En dónde está la esencia del debate?
No obstante lo anterior y haciendo abstracción de tantos desafueros, mi amor por nuestro departamento y principalmente de nuestro olvidado oriente caldense y su cenicienta Samaná, que ha sido maltratada por ingratos hijos, que nunca pudieron, o mejor, quisieron aprovechar los enormes recursos económicos, principalmente, provenientes de las regalías, producto de la Central Hidroeléctrica de La Miel, con la que se hubiera podido ejecutar una cantidad de obras, entre ellas la pavimentación de la carretera Victoria-Samaná. Pero quienes fungieron como dirigentes políticos, empleados públicos con algún poder de decisión y como miembros del congreso, se dedicaron a llenar sus propias arcas, y una vez gastado el último centavo, resolvieron abandonarla.
Ahora soy mayor de ochenta y cinco años y recuerdo, como si hubiera sido ayer, que desde mi infancia, y cuando me encontraba en una finca de mis padres, me entretenía escuchando las detonaciones de la dinamita que se empleaba en la construcción de la ya mencionada carretera, con la confianza de que muy pronto podría viajar en carro por carretera y no a pie, o a lomo de mula, cuando había que ir hasta Victoria o Marquetalia, como me tocó hacerlo cuando cursaba mis estudios de secundaria en Manizales. Cuando han pasado setenta años, con la edad que tengo, no puedo decir que Samaná tiene carretera; pues lo que hoy existe es una verdadera trocha, por la que escasamente cabe un solo vehículo automotor.
Como caldense, hijo de Samaná, perteneciente al oriente de Caldas, mirando y analizando el próximo suceso electoral, creo que a Caldas y muy especialmente al oriente caldense le ha llegado el día de su redención, con la elección de ese dilecto hijo de Pensilvania, doctor Óscar Iván Zuluaga Escobar, a quien tuve el privilegio de tratar hace varios años, cuando trabajé con la Contraloría General de la República, en vida del siempre recordado Alfonso Hoyos Giraldo: un verdadero jefe político.
El doctor Óscar Iván Zuluaga es parte de la familia Escobar, a quienes los pensilvanenses tienen que agradecer las grandes obras que esta familia ha hecho por amor a ese pueblo, aun mucho antes de que él hiciera parte de la administración, como ministro de Hacienda.
Es vox populi que no existe caldense o hijo de esta provincia que haya pedido ayuda a Bogotá o en donde tengan impresas los Escobar, que no la haya recibido.
Es pues casi una realidad que el próximo huésped de la Casa de Nariño, a partir del próximo siete de agosto, para honor y gloria de Pensilvania, el oriente y de Caldas, sea el doctor Óscar Iván Zuluaga Escobar. Invito a todos los caldenses a que se unan de manera masiva a apoyar esta oportunidad inaplazable de estar tomando decisiones en beneficio de nuestro departamento.
Que el Todopoderoso lo proteja.
Ramón de Jesús Correa Jaramillo
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