Ruta con sobrecupo
Señor Director:
Soy una usuaria del servicio de transporte público por convicción, y creo en los esfuerzos de la administración por mejorar la calidad de vida de los manizaleños y en las empresas transportadoras que hacen más fácil nuestra movilidad diaria. Pero no puede dejar de asombrarme la mala costumbre que se convirtió en algo “normal” del sobrecupo para los transportadores de la empresa de Autolegal en las rutas de Estambul-Universidad Nacional y Universidad Nacional-Estambul, y no entiendo por qué, si existe un gran flujo de estos vehículos y hay un buen servicio en la ruta.
Es un irrespeto para una ciudad como la nuestra y para sus ciudadanos que se nos transporte en estas condiciones. Por eso reclamo la intervención de las autoridades de tránsito y transporte, para que pongan en cintura esta situación que se volvió cotidiana y resulta a todas luces violatoria de las normas de transporte público y amenaza la vida e integridad de los pasajeros.
Lina Osorio
La segunda vuelta
Señor Director:
Carece de fundamento el revuelo que se ha armado a raíz de la posición asumida por el doctor Óscar Iván Zuluaga sobre el tema de la paz. Ni él, ni los que comulgamos con su prometedor y excelente programa de gobierno, somos enemigos de la paz. Por el contrario, somos sus amigos entrañables, desde luego con compromisos serios y respetables. Pero el candidato Santos se empecina en reclamarla como suya, desconociendo que la paz es un bien que Dios nos ha regalado a todos los mortales, pero que muchos se obstinan en hollar, abusando del libre albedrío que les ha prodigado el Creador.
El doctor Santos olvida un principio que es inmutable: el de que la paz se pacta entre enemigos. La enemistad que desde hace tantos años viene destruyendo a nuestra patria es entre la sociedad y la guerrilla de las Farc. Todo por las diferencias ideológicas heredadas de la llamada ‘’guerra fría’’ entre oriente y occidente. Y esa enemistad la caracteriza el expresidente Uribe hace mucho tiempo. En ese orden de ideas Uribe es el interlocutor natural de la guerrilla y consecuencialmente él debe tener participación directa e ineluctable en cualquier acuerdo que se pretenda lograr entre el Estado y la guerrilla, a fin de formalizar un pacto justo y duradero.
No entiende uno entonces por qué el doctor Santos y sus seguidores se sorprenden o se escandalizan o se molestan porque la campaña del doctor Óscar Iván haya tomado la bandera de la paz en sus manos. Es que a su movimiento le corresponde y a la guerrilla le conviene. Nada se lograría con el solo aval del gobierno de Santos a un posible acuerdo, puesto que el pueblo colombiano le envió un mensaje desde las urnas en el sentido de que sus actuaciones no le merecen confianza, y en esa forma podría ocurrir que el referéndum no llegare a ser convalidado y que las conversaciones hasta ahora adelantadas y los tres puntos aprobados se fueran a pique, perdiéndose la más grande oportunidad histórica para darle fin al conflicto.
Porque es que, entre otras cosas, el apoyo del conservatismo pregonado por Santos no es más que un sofisma por cuanto que los que lo respaldan ya votaron por él en la primera vuelta y por lo tanto no los puede volver a contar, o sea que los conservadores no le ponen un voto más. En tanto que el doctor Zuluaga sí va a acrecentar su caudal electoral con los dos millones de votos conservadores de la doctora Marta Lucía, más los que le lleguen de otros lados.
Es cierto que el doctor Zuluaga le dio un viraje a su discurso en cuanto al método para continuar las conversaciones. Pero eso no deslegitima en forma alguna su propuesta, la cual concertó con su aliada, la doctora Marta Lucía Ramírez. Estamos dentro de una campaña por la Presidencia de la República y lógicamente cabe el análisis y la corrección de aquello que se considere inapropiado. Quienes dirigen la campaña entendieron el esfuerzo del doctor Santos en la búsqueda de la paz, pero ante la inminencia de una derrota de éste era necesario poner las cartas sobre la mesa a fin de que la guerrilla sepa cómo debe enfrentar la nueva propuesta, que entre otras cosas es demasiado sencilla y es el querer de la sociedad colombiana. Basta su buena voluntad para abstenerse de reclutar niños, secuestrar personas, colocar minas, ejecutar actos terroristas… Podemos estar seguros de que una conducta tal, sea quien fuere el ganador, traería confianza a la comunidad y podría ser la garantía que permitiera un acuerdo cercano y definitivo.
Atentamente,
Manuel Galindo A.
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