Vacas urbanas
Señor Director:
La ciudad era un bosque de niebla, cuerpo a cuerpo, la naturaleza y el hombre fueron dando nueva vida. La una, por naturaleza misma, el otro, produciendo cambios, arremetiendo contra la vida. La niebla también es bonita, no es un día bonito porque simplemente brilla el sol. La lluvia es una maravilla, si se sabe contemplarla. Vino el gobierno de la palabra, con dominio jurídico, pero seca de sabiduría. Es la irresponsabilidad de muchos años, lo que ha conllevado a cambiar la forma de vivir y de intervenir la naturaleza. Claro que los planes de desarrollo y el POT por favorecer a los capitales mezquinos ha hecho de la montaña mágica de Manizales, un caos geográfico y físico-humano. Cada cual contempla su ombligo a su manera. No estamos del todo fracasados, pero sí amenazados. No hay posibilidad del éxito territorial para saber vivir y saber habitar. El territorio está apropiado, seco, desordenado. Cuando esto sucede, sobreviene la esquizofrenia individual, cada cual desordena y violenta los derechos de los otros. Ocurre con el espacio público, por todas partes, se lo comen los carros y los pequeños negocios, no hay por dónde pasar, hay que tirarse a los carros para abrirse paso. Desde la Alta Suiza, La Sultana; pasando por Viveros, Minitas, La Cumbre; las calles están llenas de carros en plena vía o en los andenes. Algunos tienen jaulas que comen andenes, allí meten motos y carros o negocios.
Al llamado al orden se responde con violencia o amenaza. Todo el mundo rechaza el reclamo; pero sin examinar su propia alma. Es allí donde se pierde la poesía y la estética de la montaña, se daña el aire y la convivencia. La palabra amable de reclamo, no puede responderse con un blanco de furia o un objeto de fetichismo. La manera como se responde aburre la comunidad. Hasta la propia guerra de canibalismo comunitario, no permite la tarea para crear una revisión del POT, que no es otra cosa que Humanizar los territorios.
Desde abajo, hasta la colina, son las vacas urbanas las que mandan. Por todos los caminos, vías, parques, jardines de las casas, el reino de las vacas impera. Dejan la huella del estiércol, las huellas de los cascos; rumian y esperan seguir el camino que les enseña el arreador. Ya no precisan del amo, lo pueden hacer a ciegas. El estiércol llama los malos olores, los moscos. Nadie puede abrir una ventana. El verde, no es para disfrutar, ni compartir. Es la mierda la que reina por todas partes, incluyendo la de los perros. Nadie tiene pena, hasta que puedan llegar la enfermedad y la peste.
De todas formas se llama comuna, por ende no puede ser que las vacas manden el territorio, a no ser que lo estén reclamando por historia.
Ni qué decir de la montaña, que ya no es auténtica, la arrasaron para sembrar pinos. Es falso que seamos un bosque original, somos la montaña de los pinos para engordar el negocio de particulares que han tumbado la selva para apropiarse del comercio de la madera. Todo lo que produzca plata es el interés máximo. Lo que protege la vida, lo que da salud, lo que se asegura el futuro, no vale nada.
Hay que despertar, porque estamos en el lugar equivocado para saber vivir, sino sabemos actuar bien y humanamente, cada cual respetando los derechos de los otros y de la propia naturaleza. Si no es así, vamos a quedar con el capital más desagradable del mundo: El producto interno de brutos.
Enrique Arbeláez Mutis
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015