El valor sublime de la amistad
Señor Director:
“Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. “Eres el único que no puede irse”, me dijo. Solo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos”.
(Doce Cuentos Peregrinos, Gabriel García Márquez 1992)
Un elogio a la amistad es lo que significan estas palabras sabías de nuestro querido Nobel, el hombre sencillo que supo vivir con grandeza, a través de la amistad, los momentos más difíciles de su vida pero también los muchos días de triunfo, de éxito. Un hombre a quien ni la pobreza ni la riqueza lo alejaron de sus amigos, de quienes crecieron a su lado y a través de todas sus experiencias de vida estuvieron dándole apoyo, compañía, luz en la oscuridad, manos juntas para levantarlo, corazones unidos que fueron su soporte, apoyo; palabra amiga que conforta, que anima.
Hoy, cuando toda su Obra está presente en millones de seres del mundo, cuando releerlas es volver a sentir la emoción de relatos que nos entrelazaron a largas horas de lectura, es cuando vemos la dimensión de lo que somos, el destino y el propósito con el que fuimos creados, un propósito que siempre se cumplirá a no ser que interpongamos dudas, desalientos, temores, rencores, pesares que lo único que hacen es desviar la Voluntad Divina y dejarnos a la deriva de todo lo podíamos alcanzar y tener.
García Márquez se enfrentó a un mundo de dificultades, de carencias, sin miedo, decidido y persistente, solo tenía su inteligencia, su corazón inmenso de amor y la compañía y fidelidad de su familia, de sus amigos; es que la familia y los amigos son lo más valioso, la riqueza más grande, lo demás se consigue: poder, dinero, fama, nombre es fácil de adquirir en este mundo de banalidades; pero el amor, la confianza, la entrega, la presencia, el alma de quienes forman nuestra casa, nuestra familia, nuestros amigos constituyen una bendición celestial que solo de allí puede salir y allí puede mantenerse por siempre.
¡Amigos!, qué regalo más hermoso, más sublime; son generosidad, son alma que reanima, mano que levanta, palabra que reconforta, pasos que no se cansan, alegría sincera que hace más grata la vida, consejo que restaura, amor incondicional que no tiene hora, ni tiempo, ni espacio.
Con toda razón nuestro Nobel afirmaba que morir es no estar más con los amigos, eso es morir: no poder nunca más sentir su abrazo sincero, de hermano; no sentir su voz que acompaña, sus pasos que abren la puerta del corazón y del alma, su presencia que trae recuerdos inolvidables que se quedaron por siempre en la eternidad de nuestra vida; eso es morir.
Ahora sí entiendo por que se quiere tanto a los amigos: es que tenerlos a nuestro lado, poderlos disfrutar y compartir con ellos es lo que tal vez, sin que lo reconozcamos, ¡es estar vivo!
Paz al Hombre que en letras nos enseñó la vida.
Gracias a los amigos que son la bendición más generosa del cielo.
María Celmira Toro Martínez
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015