Jerga cachaca
Señor Director:
Bogotá, es una ciudad con más de siete millones de habitantes, donde se habla y se cruzan entre sí diversos lenguajes especiales, difíciles de comprender, denominados jergas o jerigonzas, o argot o galimatías. Por un lado está la tradicional jerga cachaca, que caracteriza a los bogotanos de buenas familias y educados antes del nueve de abril de 1948, y algunos de sus descendientes que tratan de mantener esa tradición como dialecto único y excluyente de la ciudad.
De otro lado, se han generado nuevas jergas a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando comenzó la migración del campo y de otras ciudades hacia Bogotá, conformando grupos o tribus urbanas que usan su jerga propia complicando la comunicación entre las diferentes tribus, pero también generando un rico intercambio, por lo que algunas expresiones terminaron siendo de uso generalizado.
Como lo expresa la Ley de Cultura de Colombia “pocos testimonios tan interesantes y dicientes acerca de la forma de pensar de un grupo humano como su propio lenguaje. La lengua es parte constitutiva del patrimonio cultural, al ser representación de la cultura y expresión de la nacionalidad colombiana”. Sus refranes, términos y manifestaciones de la comunicación oral o escrita ha sido una vía acertada y apasionante para descifrar el mundo y sus habitantes. Noam Chomsky ha dicho que “las palabras son como un espejo de la mente”. Por su riqueza, los bogotanos bien pueden sentirse orgullosos del ingenio y creatividad de su jerga cachaca, especialmente de su refranero, pues no es casualidad que tengan un refrán para casi todo, ya que éste es un compendio de psicología que refleja la tendencia de nuestro cerebro de dejarse guiar por aquellas creencias que con alta probabilidad funcionan. Los refranes hacen las veces de protocolos que nos indican cómo actuar en cada ocasión, pues son atajos de nuestra mente para no tener que tomarnos la molestia de poner en marcha un complejo proceso de toma de decisiones en cada circunstancia.
Refranero cachaco: Acosa más que novia fea; apague y vámonos; ¡aquí estoy, y aquí me quedo!; ¡chupe! por bobo; donde comen dos, comen tres; el que escupe pa arriba en la cara le cae; al que le van a dar, le guardan; aquí jodido ¡pero contento!; calle esos ojos; cómo vamos ahí; como volador sin palo; conmigo es diciendo y haciendo; de culos pal estanco; deje así; dele que el golpe avisa; desbarata un balín; más larga que una semana sin carne; más perdido que Adán el día de la madre; ponerse de ruana; por la plata baila el perro; más recostado que la pobreza; se roban hasta un mojado; sosténgamelo en la cara; si tiene afán, madrugue; si cómo no; tenga pa que lleve; tira la piedra y esconde la mano; tiran más un par de tetas, que un par de carretas o yo soy de lavar y planchar.
Glosario: Acpm: Base alimentaria bogotana, cuyos ingredientes son arroz, carne, papa y maduro; achantado: Deprimido; aculillarse: Acobardarse; acusetas: Delator; afrijolar: Ajustarse a una determinada cantidad, Brasil nos afrijoló nueve goles; agalludo: Atrevido; agria: Cerveza; alpargata: Sandalia artesanal; ajiaco: Sopa elaborada a base de pollo, guascas, papa criolla, papa sabanera y mazorca; bacatá: Vocablo chibcha, relacionado en forma directa con el nombre de Bogotá; azotar baldosa: Danzar; apelotardado: Imbécil; arrastrar el ala: Coquetear; bitute: Alimento; bofe: Pulmón de la res; cachaco: Bogotano de la más rancia estirpe, para los costeños, aquel que proviene del interior; cacho: Cigarrillo de marihuana; chan con chan: Pago de contado; calma chicha: Estado de letargo que aparenta tranquilidad, en medio de una situación conflictiva; dañado: Homosexual; echar números: Aventurar cálculos y guarismos; embolatar: Extraviar; gallinacear: Flirtear; hasta las tetas: Espacio hacinado; impajaritable: Inexorable; jala: Embriaguez; machera: Situación agradable; mañé: Ñuco-ñero; mono: De pelo rubio; musinga: Concubina; rolo: Gentilicio despectivo para referirse a un bogotano raizal; sejuela: Se fue la juventud ; yeyo: Malestar previo al desmayo; zoroco: Torpe y zumbambico: Niño indisciplinado.
Para mayor información sobre la jerga cachaca: El Bogotálogo, de Andrés Ospina -Bogotá Humana.
Para un diletante de equinocultura. “Aquellos impecables autores son los que nunca escribieron”. William Hazlitt.
Fernando García Cuartas
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