El sueño de torear
Señor director:
La fiesta taurina desde su existencia misma ha sido objeto de polémicas, de críticas, pero aun así ni el mismo Papa de Roma en aquellos tiempos en que ostentaba el poder casi absoluto sobre la tierra, fue capaz de abolir esta hermosa tradición, donde la vida y la muerte danzan para crear arte. Hoy cuando el despotismo no ilustrado quiere hacerla ver como una actividad decadente y ‘barbárica’, llena de esperanzas, ver jóvenes que sueñan con ser toreros.
Ser torero, en aquellos países con tradición taurina, en otros tiempos era sinónimo de reconocimiento, de entrega, lucha y valentía, hoy esta sociedad descrita perfectamente por Vargas Llosa como ‘del espectáculo’, que busca eliminar lo que no le dé comodidad, lo que le exija pensar, lo que le exija trascendencia, ha relegado el torero a un segundo plano, y los más ignorantes llegan a calificarlo como un personaje ignorante ávido de dinero.
Lastimosamente una parte de nuestra sociedad, ha caído presa de un posmodernismo que solo busca la comodidad, que sataniza lo que no entiende, que elimina lo que exige ir más allá, y por ello el toreo parece por ocasiones condenado a la extinción, relegado por la mediocridad, por la ignorancia, por quienes prefieren las letras ligeras, la literatura de supermercado, antes que las obras de Hemingway, Cocteau, García Márquez, o el análisis de una pintura de Picasso.
Sin embargo, ver el año que terminó un puñado de niños, que se reúnen en un parque en Bogotá a jugar a ser toreros frente a la mirada cariñosa de las figuras del toreo es reconfortarte. Asistir hace unos pocos días, a un bolsín en la ganadería de Alcurrucén en España, donde más de 2 decenas de jóvenes, se pararon con gallardía y valentía frente a aquellas vacas para demostrar como poco a poco avanzan en su sueño de ser toreros, no puede ser sino esperanzador. Conocer un joven que a pesar de tener más comodidades que cualquiera a su edad, que teniendo un futuro prometedor y asegurado, abandona esta seguridad para seguir un camino de sacrificios y esfuerzos, para conseguir el sueño de salir algún día por una puerta grande, es un acto de romanticismo de esos que nuestra sociedad ha olvidado, es una proeza digna de esas batallas épicas de Don Quijote de la Mancha con los molinos de viento.
En Colombia también estamos llenos de estas historias, y por ellos debemos aficionados, prensa y ganaderos, volcarnos a apoyar a aquellos jóvenes que sueñan con ser toreros, a aquellos novilleros que pueden traer esperanzas a nuestro toreo, y quienes ya han logrado tomar la alternativa pero que requieren de apoyo y oportunidades para poder forjarse un camino, en este mundo artístico, romántico, pero de una complejidad sencillamente especial. Es hora además de resaltar los valores de la torería, el sentido del heroísmo, la superación de tantas dificultades, el trabajo duro, la lucha, el sacrificio, valores que la sociedad olvida, y que son piedra angular en la defensa de la tauromaquia, pues si nuestra sociedad tuviese un poco más de torería, si nuestra sociedad aprendiera de los valores de estos jóvenes y niños que se sacrifican por ser toreros, seguro estaríamos, en nuestras sociedades, mucho mejor de lo que estamos.
Santiago García Jaramillo
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