Una boda entre las flores
Señor Director:
Se encontraron El Agapanto y La Amapola
en un desfile floral en Medellín,
y decidieron unir su vida en una sola,
rodeados de Astromelias, Girasoles y Jazmín.
Levantaron un jardín en Santa Elena,
con capullos de rosas, gladiolos y claveles,
margaritas, glosineas, crisantemos y verbenas,
conformando un conjunto, en todos sus niveles.
Llegó Geranio, el primero de sus hijos,
luego Violeta, la próxima hermanita,
y les siguieron, Josefina, Aurora, el niño Hinojo,
completando con Lirio, los seis en la meseta.
Si es Medellín, de la Eterna Primavera,
la ciudad de pujanza y mil honores,
son sus hijos, los que la adornan con sus flores,
y le entregan con amor su vida entera.
Siempre en agosto se desplaza Santa Elena
con sus sillas repletas de Pompones,
de una gran variedad de sus jardines,
para adornar sus calles con sus flores.
Yo no niego mi ancestro de antioqueño,
mi madre vino al mundo allá en Rionegro,
luego se vino y me trajo en Palestina,
al lado de mi padre, de linaje pastureño.
En este cincuenta y siete aniversario,
entre quinientos o más, cifra más que elemental,
fue Carlos Alberto Zapata, el gran labriego,
el número uno, como silletero monumental.
Lleve orgulloso, allá sobre sus hombros,
que cubren con sus flores esa llaga,
que le impregnan senderos escabrosos,
en busca de esa Paz... que nunca llega.
Heriberto Rossero García (Heros)
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