Es el tiempo de la educación sin tiempo
Señor Director:
Ahora que el presidente dice que llegó el tiempo de la educación, bien vale la pena traer a colación una situación absurda que ya forma parte de la tradición de este país.
No entiendo a quién se le ocurrió instituir la vacaciones escolares de hasta dos meses de duración. Si miramos detenidamente, resulta contraproducente para un estudiante, que requiere para su formación continuidad y consistencia, que lo abandonen a su suerte en vacaciones de 8 semanas en una y 4 semanas en la otra, perdiendo la poca disciplina y persistencia de su formación en un proceso que resulta siempre insuficiente, quedando muchas veces al arbitrio del los amigotes o del líder de la barriada y en casos, de verdaderos delincuentes o viciosos que despiertan la curiosidad de los despistados muchachos.
En muchos casos, los estudiantes son hijos de madres solteras o separadas que trabajan, o de padres trabajadores ambos, cuando no con bajo nivel educativo y con poca autoridad sobre sus hijos, dejando a estos sin control ni orientación para enfrentar tanto riesgo en la calle, y menos aún para hacer unas vacaciones formativas. Este escenario es, sin dudarlo, la antesala para la creación de un adicto a drogas o de un microtraficante, hoy uno de los problemas de delincuencia más desafiantes en las ciudades.
Si a esto le sumamos la famosa jornada continua, que deja libre al estudiante varias horas antes de que sus padres regresen del trabajo, sumado al sinnúmero de días de fiesta y días libres que tienen los estudiantes por cuenta de entrega de notas, día del profesor, revisión curricular, etc., el tiempo disponible para una formación consistente, sostenida y rigurosa como debiera ser en un país pobre en proceso de desarrollo, y que debe mejorar sus estándares educativos y de inequidad social, resulta contrario a toda lógica.
Si se quiere hacer una transformación educativa, hay que empezar por intensificar el tiempo de exposición a la educación en el colegio con más horas del día presenciales, al igual que con la implementación de tareas más creativas para la casa y repartir durante el año las vacaciones largas, con algo así como dos semanas en abril, cuatro en junio-julio, dos semanas en septiembre-octubre y un mes en diciembre-enero, lo cual debiera coincidir con algunos días de receso laboral de los padres que propicie el acompañamiento de sus hijos y de paso estimule el turismo nacional.
Estos tiempos de vacaciones deben servir además para profundizaciones de algunas asignaturas indispensables como idiomas, o matemáticas, o para consolidación de procesos de formación deficientes en el estudiante particular.
Creo que este momento coyuntural en el que sabemos del pésimo nivel educativo y de competitividad del país en el concierto internacional, de los bajos niveles de equidad como telón de fondo de la violencia y la sublevación, y de la insostenible situación de inseguridad en las ciudades que se relaciona con la falta de oportunidades de los jóvenes sin formación académica, sirvan de inspiración para una reforma educativa a fondo que no se quede en buenas intenciones del gobierno de turno.
Felipe Marulanda Mejía
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