Bienvenida la paz
Señor Director:
Cómo sorprende que colombianos que vivimos bajo el mismo sol y nos cobija la hermandad con todos los privilegios y problemas, abusando de su gran don de la palabra, de su liderazgo, de su suerte como políticos (por no decir politiqueros), de la buena fe de sus electores (por no citar clientes), se conviertan en pirómanos sociales haciendo incendios, creando desarmonía, sembrando animadversión para que a sus contradictores, amigos de la paz, les vaya mal. Estos ilustres personajes tradicionalmente han sido los dueños del poder y la nostalgia de no poderlo conservar, los convierte en regañones, en dioses a quienes no se les puede contradecir porque su agresividad aflora con gran facilidad.
Y, sin embargo se llaman demócratas, desconociendo que este concepto, aunque sea semánticamente y quizá en forma muy elemental no solo es patrimonio de quienes viven profesionalmente de la política sino también de quienes como legos algo de eso sabemos y que difícilmente nos engañan.
El horror de la guerra lo saben de memoria los desplazados, las víctimas de las masacres, los huérfanos, las viudas, los que lloran su pasado, los que invaden una ladera para construir sus chozas tratando de tapar su miseria, los que piden limosna en los semáforos, los que se volvieron atracadores, los consumidores de droga, las mamás y sus hijas que se prostituyen por carecer de lo elemental como seres humanos, los que han tenido que convertirse en guerrilleros o en paras si quieren o sino también, los excluidos, los marginados, los perseguidos políticos, los que han dejado sus parcelas para dormir en las calles… Esos, esos sí saben el horror de la guerra.
Un rechazo total a estos francotiradores que desde su cómodas posiciones, lanzan perdigones a la paz como un contrasentido social. Los amigos de la guerra son aquellos que no han sufrido las consecuencias de la guerra, porque han vivido o viven de la guerra.
Nosotros, seguiremos soñando con ella:
La paz,
Abre sus mágicas alas
para posarse
en nuestra amada Colombia.
Pero…
la violencia de unos
y la intransigencia de otros
la espantan a punta de balazos.
Los buitres de la muerte
llegan
y con sus alas de horror
siembran de cruces
lo que antes parecía
un oasis de felicidad,
y… sin embargo
la paz
continúa tímidamente
asomándose
en el cielo nítido de la fe
en una Colombia que la aclama.
Soñamos los colombianos con la paz,
la paz que llene de flores
nuestros hermosos campos
y no la muerte, que llena de flores
los sepulcros.
Soñamos los colombianos con la paz
Trayendo ramilletes de amor
en sus entrañas
y en su pico, ramos de olivo
como símbolo
de sabiduría, de gloria y de paz.
Cordialmente,
Elceario de J. Arias Aristizábal
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015