Canibalismo
Señor Director:
Le debemos al poeta griego, Hesíodo (700 a.C.) la genealogía de los dioses del Olimpo en su libro Teogonía, en él se describe por vez primera el canibalismo cuando Crono, el rey de los Titanes, con la ayuda de su madre, Gea, castró a su déspota padre, Urano, con una hoz. A Crono, un oráculo le había contado que uno de sus hijos lo mataría, lo mismo que hizo él con su padre, por ello cuando nacía un hijo suyo del vientre de su hermana y esposa, Rea, lo devoraba, así sucedió con sus primeros cinco hijos, pero para el sexto hijo, Zeus, nacido en Creta, Rea urdió un plan; envolvió unas piedras en pañales y se las dio a comer a Crono. Le entregó a Amaltea (una ninfa con cuerpo de cabra) su hijo Zeus para su crianza. Amaltea le contó cómo Crono había devorado a sus hermanos por lo que al ser adulto Zeus, resolvió vengarse de su padre. Los dioses con Zeus a la cabeza derrotaron a los Titanes y dominaron el cosmos, estableciéndose en el monte Olimpo, el más alto de Grecia, así se cumplió el oráculo. Crono, según la mitología griega era el dios del tiempo, en algunas versiones, lleva una hoz como símbolo de la muerte y en la otra un reloj de arena para medir el tiempo.
El relato mítico de Crono fue inmortalizado por Peter Paul Rubens, pintor flamenco y Francisco de Goya, pintor español, donde se capta parte del horror, cuando Saturno, versión romana del dios griego Crono, devora a sus hijos para evitar que lo depongan.
También existe el mito del Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, hijo de la reina de Creta y un toro, que tenía un voraz apetito por la carne humana, y engullía cada año 14 jóvenes atenienses, de allí nace la leyenda de Teseo quien atravesó al monstruo con su espada.
En América, algunas civilizaciones precolombinas se tragaban el corazón de los esclavos sacrificados en honor a sus dioses.
La antropofagia, se creía que era un capítulo tratado solo en los mitos y anales de criminología y que en la historia moderna, esa costumbre se había erradicado o eso se creía, pues no es así, ahora resurge con nuevas formas refinadas de sacrificios y entra a formar parte de la culinaria con sus recetas y sabores como : “lo más terrible es que la carne humana me gustó, tiene buen gusto, sabe a ciervo”, dijo un prisionero francés que devoró a su compañero de celda, le extrajo un pulmón y lo cocinó con cebolla. “La carne humana es muy salada” confesó el dictador ugandes Idi Amín Dada, quien ofrecía banquetes con carne humana. El caníbal de Roteburgo, admitió en el juicio que la carne humana “sabía como atún”. En México, un escritor tenía en su casa trozos cocinados de su novia. Hace poco en EE.UU., un hombre descuartizó a su compañero de apartamento, para después comerse el cerebro y el corazón; en otro caso, el antropófago se comió el rostro de su víctima, incluidos sus ojos. En China, más 30.000 personas en el año 757 fueron cocinadas para alimentar un ejército hambriento y hace poco un hombre mató a 20 jóvenes y los vendió en trozos como carne de avestruz.
Goya no sospechaba que la representación pictórica de un padre devorando a su hijo podía tener un impacto certero contra los valores más elementales de la moral y la ética, aún sabiendo que la metáfora del canibalismo estaba presente en la vida de los individuos desde los albores de la historia, como cuando una madre le dice a su hijo “te voy a tragar”, expresando un sentimiento afectivo o cuando los enamorados se dicen “te voy a comer a besos”.
El canibalismo desnuda nuestros instintos primitivos y forma parte de la memoria colectiva como medio de supervivencia al ingerir cadáveres de sus compañeros como ocurrió en 1972, al estrellarse un avión uruguayo con 42 deportistas en la cordillera de los Andes. También, en los ritos satánicos se ofrecen sacrificios humanos, especialmente niños, en cuyos rituales los descuartizan y devoran sus cadáveres. En los viajes de Gulliver, el personaje principal es casi devorado en el país de los gigantes.
Para Sigmund Freud, el niño en su estado oral, cuando succiona y muerde el pecho materno parece devorar al ser amado.
Fernando García Cuartas
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