Un Estado grande y un
gobierno mezquino
Señor Director:
El Estado es un conjunto de instituciones recurrentemente criticado por la gente del común, quienes sin saberlo alimentan su desgracia al caer -en nuestros tiempos- en corrientes cortoplacistas que erróneamente nos dicen que el Gobierno debe solucionar lo que a la sociedad civil le corresponde. Pues la figura de Estado paternalista -que ha sido introducida en nuestro país en el año 91- y las nobles causas que aboga defender, disfrazan el aumento de impuestos y el crecimiento de la burocracia, de los cuales los políticos aprovechan para hacer de las suyas. Cada subsidio o gasto que hace el Estado no es gratis, ni mucho menos es fruto de actitudes altruistas. Pues el erario público se nutre del bolsillo de las personas que con sus impuestos han ayudado a crecer las arcas del Estado. Por lo tanto, somos nosotros los que estamos pagando los subsidios, la burocracia y los demás gastos que realiza el Estado.
Como anota Milton Friedman “la historia sugiere que el capitalismo es una condición necesaria para la libertad política”; yo le agregaría que para el desarrollo también, ya que el Estado es incapaz de producir algo eficientemente pues el dinero del Estado no le duele a nadie, debido a que para alguien que cuenta con un salario fijo y que con muy poca probabilidad va a perder su empleo, no existen incentivos para producir mejor -situación recurrente en el sector público. Por lo tanto, las empresas del Estado son menos productivas que las privadas. Hasta los privados son mejores adelantando obras de infraestructura, pues las concesiones en las cuales donde no hay dinero del Estado de por medio, se construyen rápidamente y con mejores materiales para reducir los costos de mantenimiento.
La intervención del Estado es el virus que genera las grandes crisis, debido a que coopta las libertades y por ende las iniciativas provenientes de la sociedad civil. Muchos abogan por la intervención estatal basados en hechos históricos como la gran depresión de los años 30, pero sin prestar mayor atención a la predicción de Mises sobre el inevitable desenlace del boom que experimentaba la economía sostenido artificialmente por la manipulación monetaria emprendida por la Reserva Federal promovida por Benjamín Strong, gobernador de la Reserva Federal en Nueva York. La oferta monetaria en Estados Unidos creció 61,8% en el período comprendido entre 1921 y 1929, este crecimiento repercutió principalmente en la aceleración del crédito. Esta errónea política sugerida por Keynes provocó un acelerado crecimiento del consumo, acciones y salarios. Este crecimiento superó ampliamente al aumento de la producción. Pronto se generaron burbujas en los mercados. Una vez estalló la crisis, el presidente Hoover decidió combatirla con intervención estatal, haciendo que la Reserva Federal imprimiera más dinero para crédito aumentando en 10% la masa monetaria y una reducción de la tasa de interés. Otra política intervencionista fue tratar de mantener los salarios artificialmente altos, en vez de dejarlos bajar como consecuencia de las dificultades económicas. También presionó para que las empresas no despidieran trabajadores y sugirió un recorte de la jornada laboral. Estas políticas dispararon el desempleo. Posteriormente Hoover decidió hacer frente a la crisis a través del gasto público, generando los mayores niveles de endeudamiento que había experimentado Estado Unidos hasta entonces, y para remediar el problema de déficit fiscal producto de su intervencionismo incrementó los impuestos. Estas políticas acentuaron la crisis, destruyeron a muchas empresas y empleos y alargaron el efecto de la recesión.
En conclusión, el Estado es el cáncer de la sociedad cuando interviene mucho. Y los gobernantes que no piensan en el largo plazo -estadistas-, generan desequilibrios que la sociedad paga a un alto costo.
Andrés Londoño Botero
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