Crisis caficultural social anunciada
Señor Director:
Desde la llegada del café a Colombia existió una bonanza económica, lenta pero progresiva y sostenible acorde con las investigaciones agronómicas racionales, para llegar quizá a la cúpula en la década del setenta del siglo veinte cuando la bonanza cafetera cuyos efectos se reflejaron en el honor adquirido por Colombia de ser el país de Suramérica más cumplidor de sus compromisos internacionales con amplia gama de acción y participación económica empresarial, aunque el caficultor laborioso fue muy poco el beneficio que recibió.
Los dineros fueron soporte de empresas como: Flota Mercante Gran Colombiana, Compañía Agrícola de Seguros, Empresa de Aviación Aces, Banco Cafetero, Concasa, Desarrollo rural y urbanístico, donde están como testigos las construcciones del ex Banco Cafetero, (hoy Alcaldía de Manizales), Recinto del Pensamiento, Cenicafé y todos los edificios de los Comités departamentales y municipales de cafeteros, incluso las hermosas instalaciones donde funcionó la noble Fundación Manuel Mejía en Chinchiná. La pirámide de directivos, investigadores y extensionistas conservaron en aquellas épocas el carácter ecológico de la industria cafetera con sistemas sostenibles armónicos entre hombre, medio ambiente y planta sin violentar su modus vivendi... Así cultivaron las variedades, Arábiga o típica, Borbón, las cuales junto al sistema de beneficio le dieron a Colombia el título de ser el primer país productor de café suave del mundo.
Los sistemas de distancias cortas (metro por metro o menos), el empleo de herbicidas y la eliminación del sombrío regulado racional fue un atentado contra el equilibrio biológico con la exposición del suelo en la erosión, pérdida de la fertilidad natural, eliminación de fauna microbiana benéfica con incremento de problemas fitosanitarios como mancha de hierro, arañita roja, minador de la hoja y más actualizadamente la broca.
Con la presencia actual del intenso verano, si es cierto que se prolonga hasta abril, según los entendidos en climatología y fenómenos atmosféricos, veremos muchos cafetales nuevos de menos de ocho meses de edad secándose, porque ni las plantas tienen suficiente desarrollo radical, ni el suelo tiene capacidad de disposición de la broca, si es bien sabido los bioinsecticidas (hongos y bacterias) en presencia de intensa radiación solar, no actúan.
Seguirán sufriendo los caficultores pequeños, la industria y el comercio, los trabajadores y todos los componentes sociales dependientes de la economía cafetera.
Si al bajo precio internacional del grano se agrega el hecho de no volver a ver altas producciones de diez o más sacos de sesenta kilos, debemos contentarnos con conservar el cuarto puesto a nivel mundial, porque las variedades actuales resistentes a broca pero de baja producción por la herencia genética del canéphora y arábiga de entrenudos largos que no permite adaptación plena al sistema de distancias cortas aunque se insista caprichosamente en tal sentido con el agravante de tener que renovar cada tres cosechas y no cada cuatro o cinco con distancias más largas aprovechando la capacidad horizontal y vertical total de la planta.
De todas maneras es el pago por la degradación total del suelo y medio ambiente de la zona cafetera por la ambición desmedida de la mal llamada “tecnología del café” y los procederes politizantes de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia. Ojalá este contenido sea una gran equivocación para el bienestar de los cafeteros nobles de mi patria.
Atentamente,
Euclides Manrique Manrique
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