El pésimo transporte en ferias
Señor Director:
Las ferias en general salieron muy bien, fueron bien organizadas. Felicitaciones para Fomento y Turismo.
El lunar negro lo puso la pésima planeación en el transporte de la ciudadanía en altas horas de la noche, especialmente después del concierto de Carlos Vives del sábado 12 de enero. Me sorprendió ver a miles de personas caminando después del concierto, por la Avenida Santander cerca a Cable Plaza a las tres de la mañana del domingo aproximadamente y bajo la lluvia, buscando desesperadamente y sin ninguna posibilidad una buseta o un taxi que los llevara a sus residencias, después de haber pagado una cara boleta para poder ver el concierto. Se pudo apreciar la miopía de los empresarios del transporte quienes no ven las oportunidades para hacer buenas ventas y buenas utilidades, transportando pasajeros a la hora que la gente verdaderamente lo necesita. No pueden seguir programando las busetas en ferias hasta las 11 de la noche, porque esta semana no es una semana común y corriente, en la cual se transportan estudiantes principalmente. Es una semana muy especial y muy diferente a las restantes 51 semanas del año. El secretario de Tránsito y los empresarios de los conciertos deberían exigirles a los empresarios del transporte que programen las busetas en ferias con base en los horarios de los eventos que se realizan durante esta semana.
O.T.
De la feria y otras perlas
Señor Director:
Acaba de terminar una edición de la feria de Manizales, que tantas satisfacciones diera a quienes hemos compartido el placer de vivir en esta ciudad llena de historias y de hechos culturales y solidarios.
A propósito he escrito feria con minúscula, porque la anterior fue una feria de ventorrillos que alegraron a los visitantes y a quienes nos tomamos el trabajo de caminar por la 23 convertida en una cocina de quinta categoría, como si esa cocina pudiera tener categoría.
La gran emoción de llegar a la ciudad se vio plena al encontrar desde el parque Olaya Herrera a una cocina llena de asaderos de chócolos, perros de carnes, chuzos de extraños sabores y carnes de orígenes desconocidos, donde brillaron por su ausencia los funcionarios de la Secretaría de Salud, si es que esa entidad existe en la ciudad. Pero lo anterior, no solo elevó los índices culturales de la ciudad, sino que fue necesario montar otros negocios fantásticos como las ventas de mangos y piñas, servidos en elegantes vasos plásticos, manzanas acarameladas y otros comestibles bajo la rigurosa vigilancia de los funcionarios de la salud pública.
Pero no contentos con estos exquisitos manjares, los andenes se llenaron de mercaderes de ropas, legalmente importadas del Ecuador (donde los colombianos tienen igual tratamiento), y algunos más avispados montaron sus centros comerciales con materiales traídos de la capital de la república.
Hoy cuando han terminado los grandes negocios, que alegraron tanto a los visitantes como a quienes vivimos en la ciudad, vemos cómo quedaron pavimentadas de grasa y ripio de carbón nuestras calles como si fueran las playas de la Costa Atlántica. Y de la seguridad hay que hablar bien, hasta la que prestaron los del Espacio público.
Esperemos otras ferias igualmente descrestadoras, donde nuestros pobladores puedan mostrar iguales negocios que los descritos, porque en esta oportunidad solo se vieron foráneos.
Pablo Hoyos Mejía
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