Sí, me encantan las películas tristes, los videos tristes, las caras tristes, aún no tengo ni idea el por qué. No me siento feliz por eso ni tampoco cuando las miro, al contrario me pongo triste y me gusta. No me gusta la automutilación, ni los golpes, ni el dolor, tampoco me gusta llorar: me gusta la tristeza. Me hace sentir que existo y que no estoy en el mundo para pasar la vida por encima. La vida es triste y las películas tienen la difícil cualidad de producir emotividad y tristeza en tiempo específico.
Y no estoy hablando de las películas de amor. No se como explicarlo pero la mejor forma de hacerlo es que no estoy hablando de las películas empalagosas. Las historias tristes en las películas llegan al espectador porque hacen una conexión especial con él, lo hace sentir identificado con el personaje y se apropia del sentimiento de él, así la situación sea muy abstracta o lejana la narración cinematográfica tiene la capacidad de crear en aproximadamente dos horas un mundo paralelo y si este es duro y muestra la realidad como es, sin finales felices y muchas veces sin finales, puede llegar a producir esa tristeza que es a la que me refiero y lo que le proporciona a las películas sobre todo de cine independiente ese aire de libertad, que lo caracteriza y que hace que sólo algunos los sigamos; aquellos que no nos comemos el cuento de los finales felices.
Lo acepto, ver que la vida en la pantalla es mucho más miserable que la nuestra se sienten bien, sobretodo cuando se acaba la película. Pero no estoy hablando de eso. Creo que las películas tristes llegan porque las historias son más cercanas al ser humano como especie: a vivir, a perder amores o sentir amores imposibles, a caminar por caminos poco transitados y querer retornar sin lograrlo, a sentir la muerte dentro de la rutina, a perderse en motivos sin sentido. Pero es que eso no está mal, todo eso hace parte del individuo: perderse, enamorarse, morir, y por eso me gusta.
¿Y los finales felices? Esos como lo dije anteriormente no me gustan mucho. No porque no esté de acuerdo con que las cosas terminen bien, sino porque casi siempre se nota que la historia es forzada para que termine así. Se omiten muchos detalles de la realidad que no permitirían ese final de cuento de hadas. De la nada salen las soluciones sin ni siquiera buscarlas y todos acaban felices. Como todo terminó ‘como debiera’, pocos critican, pocos dan alternativas a los finales, pocos hubieran preferido otro momento en la historia. Mejor dicho tragaron entero. Por eso prefiero que el ‘bueno’ muera, que no terminen juntos los protagonistas, es más casi siempre prefiero que no se termine la película, que cierren la historia es a veces forzado también, pero después hablamos de eso.
En lo que venimos es que si la historia termina como casi todas las historias de la vida real: es más visceral, más real, más humana, más melancólica, más artística y para casi todo el mundo más maluca, ¿pero por qué más maluca? Creo que hemos sido educados con el televisor y ahí hay dos tipos de historias: las que cuentan lo que pasa en la realidad y las que son inventadas y siempre terminan bien. Nos volvemos indiferentes a las que son reales y crecemos con las que tienen el final feliz. Siempre preferimos las que terminan bien por que las otras no nos pasan a nosotros, nosotros no salimos en noticieros ni a nosotros nos buscan para reportajes y preferimos inclinarnos por las que nos ponen a soñar con príncipes y princesas, así sea la vida de un capo, siempre buscamos allí héroes y heroínas.
¿Desde cuándo la vida es justa? Nunca lo ha sido, por uno u otro motivo no lo es y no nos gusta verlo en cine, puede ser porque ya es suficiente tener que vivirlo, y repetirlo no es una opción, y menos en una sala de cine. Pero a mi sí y a los tristes también, pero los tristes no hablamos mucho de eso, disfrutamos en silencio.
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