Nunca sospeché que mi empleo como vendedor ambulante de anacronismos me convertiría en alguien famoso. Cuando empecé a dar autógrafos por toda la ciudad, presumí que por accidente, había entrado a formar parte de algún tipo de aristocracia mediática, elegida para escribir la banda sonora de la caída de la hegemonía occidental. Incluso, decidí dejarme crecer la joroba, con el objetivo de acercar mi atractivo a los estándares del sexapil internacional. Imagínense mi desazón al percatarme que mi signatura solo era codiciada por aquellos que promueven uno de esos referendos, destinados a civilizar las peleas con excremento que ocurren entre los micos legislativos de la escena política nacional.
A ese grupo de personas, fanáticos de los referendos, se les conoce con el nombre de Poder Ciudadano. Se les pueden distinguir, por su perenne denuncia contra la intolerancia a la lactosa y porque prefieren la auto amputación antes de empezar un día con el pie izquierdo. Para ellos, la Nueva Granada ha entrado en una primavera política, una estación semántica en la que se intenta convertir la recolección frenética de firmas, en un deporte olímpico. Y es que por estos pagos, a nadie se le niega un referendo, o por lo menos las firmas necesarias para convocarlo. Los miembros del Poder Ciudadano ya me han asegurado su futuro apoyo a un referendo que dote de derechos civiles a mi resplandeciente joroba. Por ahora, las ansiadas firmas se dirigen hacia tres causas fundamentales para la salud moral nacional: la revocatoria del congreso, la imprescindible criminalización de todos los que se orinan en las piscinas y la inclusión en la ley de victimas del filántropo y eminente agiotista, Luis Carlos Sarmiento Angulo.
Como mi primera experiencia sexual fue con un ábaco que me regalaron en la sede bancaria del pueblo en el que padecí mi adolescencia, decidí rendirle un homenaje a tan pletórico tablero, ofreciendo mi sincero y redomado apoyo a la lucha por una reparación integral al simplón acaparador de casi la totalidad del sector financiero.Tomé rumbo inmediato a la sede del comité promotor del referendo. Al cruzar el umbral de la puerta, me encontré con una coalición de estudiantes de ciencia política, un tropel de obispos de esos que predican en los montes de piedad y los miembros de un sindicato de alcancías de arcilla en forma de marranitos. Llegue justo en el momento que se discutía que táctica debían utilizar para asegurarle un buen puerto a sus fines políticos. Entre el creciente jaleo de coces y onomatopeyas, los estudiantes declararon su confianza absoluta en las bondades del referendo. Simultáneamente, los marranitos amenazaron con romperse ellos mismos a martillazos si el país no reconocía que con el hundimiento de la reforma a la justica, se había cometido un crimen de estado contra Sarmiento Angulo.
Alguien dotado de una prístina forma de gruñir, logró calmar el ilustrado barullo, gracias a un soliloquio que condensaba los motivos por los cuales se quiere convocar el referendo. Lo fundamental de la exposición, es que el referendo funcionara como una suerte de acto de contrición de cabaret del Poder Ciudadano. El arrepentimiento se origina en la certeza de que el bullying mediático ejercido por el Poder Ciudadano sobre el ejecutivo, que obligó al entierro de la reforma a la justicia, fue al mismo tiempo la sentencia que condena a Sarmiento Angulo a la endémica rinitis jurídica. Hasta ese instante yo había supuesto erróneamente que la reforma a la justicia, era otro de los desesperados intentos del ejecutivo de congraciarse con los demás poderes públicos y así lograr que todos asistieran a la fiesta de cumpleaños del presidente. Esta vez, por medio una astuta combinación de una dotación nueva de togas estampadas al estilo del animal print para los jueces, la prolongación matusalénica de los calendarios de las altas cortes y la creación de una vacuna a prueba de investigaciones para los altos funcionarios y los congresistas. Medidas que en teoría modernizarían la constitución hasta que se confundiera con la omertà.
Sin embargo, la reforma a la justicia además de todas las impolutas prebendas que elevaban a los funcionarios públicos a la categoría de corzarios, incluía una serie de remedios caseros para la congestión judicial. El más importante de todos, era la modificación del articulo 116 de la constitución, que abría la oportunidad transitoria para otorgarle funciones jurisdiccionales a notarios, jurados de concursos de belleza y árbitros de la segunda división, para que se encargaran de resolver los procesos atrasados entre particulares. Una suerte de justicia express pagada por los interesados. Es en este punto donde está el meollo que somete a Sarmiento Angulo a la condición de victima y que lo tiene al borde de la combustión interna espontánea. Todo gracias a que del 1.5 millones de procesos represados, como lo explican los principales expertos en manejo terapéutico de caléndula, ramas de laurel y judiciales, casi la mitad son juicios hipotecarios, demandas a deudores, reclamaciones por el robo de lapiceros en las sedes bancarias y toda la gama de conflictos posibles entre el sector financiero y sus clientes.
Sarmiento Angulo era el más interesado en este tipo de medidas (como lo expresó en la XXV bacanal de la ANIF). Su experticia como proxeneta de modelos de negocios lo ha hecho merecedor del 33% del mercado financiero y a una fortuna estimada en 12.300 millones de dólares, sin contar propinas. Sin alguna fórmula de descongestión judicial, el cartel de extorciones transnacionales, más conocido como el Banco Mundial, calcula que procesos por 10 billones de pesos seguirán atascados en el tinglado de la sexta justicia más lenta del mundo. Una incomoda situación que no se merece Sarmiento Angulo, un hombre tan austero que solo tolera el maquillaje en los informes financieros. Además, Sarmiento Angulo que se ha acostumbrado a que el estado intervenga durante décadas a favor de su frágil ambición (su despegue como un banquero gigante se debió en parte a fáciles compras de bancos que habían sido nacionalizados y el Gravamen a los Movimientos Financieros fue fundamental para que saliera sin un rasguño de la crisis hipotecaria de finales de los noventa), no comprende porque se le da el tratamiento de un billonario de quinta.
Por lo visto, es esencial encontrar la manera de reparar los daños causados a Sarmiento Angulo. Los ciudadanos le debemos mucho, o es que acaso hay una mejor forma de darle sentido a la vida que tener una deuda a largo plazo. Cuando estoy listo para sumarme al Poder Ciudadano en la recolección de firmas a favor de un referendo que obligue a la reparación estatal de Sarmiento Angulo, el ejecutivo, como en el hundimiento de la reforma, se adelantó de nuevo y anuncia un par de medidas que mitigarán el dolor del gran hombre de negocios: un contrato (sin licitación publica) para que su Fiduciaria maneje cuatro billones del plan de vivienda gratuita y la aprobación en el congreso de un nuevo Código General del Proceso, que lleva las ventajas del sistema oral en los procesos civiles. Solo resta que todos los que nos mezclamos con algún nivel del Poder Ciudadano, entendamos que para tipos como Sarmiento Angulo, el problema de la rama judicial es bancarizar o no bancarizar la justicia, esa es la congestión.
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