Con tanta distorsión y orquestada sensiblería queriendo el llamado gobierno y los medios de comunicación, que tienen un arma poderosa en sus manos capaz de construir y destruir según su ética y su profesionalismo y que en la mayoría de las ocasiones se convierte en sensacionalismo, tratando de ganar lectores o mejorar su “ rating”, se ha llegado al extremo de levantar una polvareda haciéndoles creer a los gobernados y usuarios que las mujeres son inmaculadas y mansas ovejas siendo víctimas de los malvados lobos representados en los hombres.
Sí es cierto que la gran mayoría de quienes pertenecen al género femenino, son personas dignas, honestas, respetuosas, moral y éticamente bien dotadas, inteligentes, nobles y adornadas con todas las cualidades humanas como principios y valores, tampoco podemos parcializarnos y mirar por un solo ojo lo que ocurre en el escenario del paisaje social colombiano.
La historia, nos registra personajes tan desaforados en sus actitudes de maldad como las Mesalinas, Agripinas, Cleopatras y en nuestro medio las carinas ( con minúscula ) que demostraron todo lo contrario de lo que debe ser una mujer en su comportamiento como formadoras y ejemplos vitales de la raza humana.
No se puede desconocer que las mujeres también son en esencia seres humanos dotadas de fortalezas y debilidades y que algunas de ellas son generadoras de violencia y de inadecuados comportamientos que poco o nada les cuesta rivalizar con sus opuestos del género masculino.
Muchas actitudes agresivas de algunos miembros del género masculino, son reacciones a unas acciones de provocaciones y maltrato de las llamadas damas como resultado de su mala formación, mala educación, falta de tolerancia, “ de su mal carácter”, de su intemperancia o simplemente de su poca o nula preparación para comportarse como ciudadanas de bien.
Las damas, merecen todo, pero los hombres también por nuestra condición de ser ciudadanos sujetos de derechos y de seres humanos nacidos para la convivencia y para ser compañía del género femenino en este viaje por la vida.
No es ofensivo, ni tampoco misoginia, manifestar que tanta alharaca defendiendo a las mujeres de los sanguinarios lobos, ha despertado un sentimiento colectivo de solidaridad llegando a incitar consciente o inconscientemente a que algunas mujeres asuman actitudes de amenazas, provocaciones, incitaciones o venganzas por la sobreprotección que ellas reciben llegando a convertirse en más machistas que los mismos hombres abusando de su condición de ser protegidas por ser supuestamente “del sexo débil “.
Concluimos como primera reflexión,que cuando se trata de violencia y agresividad, no cuenta el sexo, son actitudes propias de la naturaleza humana tan nocivas y perjudiciales tanto para el hombre como para la mujer y el perjuicio general es para la sociedad.
Mucho se ha hablado de la liberación femenina, del feminismo que ha sacado del ostracismo, la marginalidad y la exclusión a la mujer, colocándola en el sitio que le corresponde como ser humano a la par de los hombres como un acto de justicia y reconocimiento histórico.
Ha sido tanto el empeño por proteger a la mujer que se creó el neologismo FEMINICIDIO, no siendo suficiente el de HOMICIDIO : “ Acción de dar muerte a un ser humano “, sin importar el sexo.
Lo más saludable, como segunda reflexión, es la sana convivencia sin que medie el concepto de género, ya que cuando se trata de hacer daño, cualquier ser humano es capaz de hacerlo y las consecuencias son las mismas. De ahí que sigamos hablando de la anhelada PAZ, ¿ Pero, dónde está para ir a traerla ? Ah si, muy cerca, en el interior de cada uno de nosotros. Por eso es que no la hallamos.
La violencia, es muy nociva
no importa de dónde venga
mata la paz, si está viva
y es noble quien la contenga.
Si es el hombre o la mujer
quien ejerce la violencia
a todos ha de doler
como un acto de conciencia.
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