Un amigo, desde que lo conozco, dice que no le gusta la Club Colombia, que es una cerveza muy amarga, que no le pasa. A pesar de que esa sea la cerveza nacional, excluyendo las artesanales, que mejor acogida tiene entre los expertos, que decimos ser todos los colombianos. Quizá sea justamente por eso que a mi amigo no le gusta, porque esa es la cerveza fina, dentro de lo normal, la más cara de las nacionales, y él es uno de esos reaccionarios que, para no caer en modas y esnobismos, dice que se identifica con lo popular.
Un día fuimos a comprar unas cervezas a una tienda y el tipo que nos atendió dijo que solo le quedaban diez, y no de las mismas. Mi amigo vio que entre ellas había tres Club y dijo:
–Yo no tomo Club Colombia.
–Le apuesto a que usted no es capaz de distinguir entre una Póker y un Club si no ve la etiqueta –le respondí.
–Hágale, apostemos.
Los otros amigos que estaban con nosotros aceptaron también la apuesta, que era más bien un experimento, porque no apostamos nada. Servimos las cervezas en unos vasos, había Club, Póker, Águila, Costeña, Reds y Miller, pues habíamos encontrado un par de esas en la nevera. Hicimos una ronda, tomamos de cada vaso y anotamos en un papel el nombre de la cerveza que creíamos estar tomando. Luego, decidimos hacer una segunda ronda para ver si nos iba mejor. En ese punto, ya todos habíamos puesto cara de desconcierto. Terminada la segunda ronda, unos jueces imparciales nos ayudaron a leer los resultados. Ellos estuvieron pendientes desde el principio de la transparencia de la competición.
La conclusión era impactante. De todas las cervezas solo una había sido identificada por todos, la Reds, que porque no sabe a cerveza, dijimos. Hubo otra a la que varios le atinamos, por aguada, la Miller. Y contrario a lo que podría sugerir el mito de que la Costeña es muy maluca, esa cerveza nadie pudo distinguirla. Por su parte, los partidarios de la Póker y la Águila, que suele ser muy apasionados, tampoco pudieron reconocer sus preferencias. Es posible que ninguno de los presentes sea un cervecero tan experto, después de todo, o puede que distinguir los distintos tipos de cerveza sea más difícil de lo que caulquier colombiano podría creer.
El amigo que decía odiar la Club Colombia, por amarga, la confundió con una Póker, que es la que supuestamente más le gusta. El hecho, en cierta medida, no deja de ser curioso e irritante, pues la confianza en unos de los productos más emblemáticos de nuestro país se pone en duda. Para poder verificar la diferencia entre las cevezas nacionales, uno tendría que tener un paladar refinadísimo. Y de los que estábamos ese día, solo uno de los participantes del experimento, que pudo adivinar tres cervezas, lo tiene.
PAC
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