Uno de los desastres más grandes con los que debemos lidiar es el de la innovación. Estamos condenados a inventar, crear, diseñar y, como si no fuera suficiente, también a reinventar, recrear y rediseñar. Nadie puede ser ajeno eso, en ningún ámbito de la vida. Todo lo tradicional es inservible porque ha caducado. Los foros, cursos, talleres, ferias, exposiciones y conferencias sobre la innovación abundan, hasta el punto de que existen cosas tan curiosas como cursos para aumentar la creatividad. Sucede los mismo en el ámbito empresarial, cultural, artísitco, deportivo o científico.
Las empresas están afanadas por inventar nuevos productos, en lo posible, que tengan un “valor agregado”, es decir, que los haga más caros. Para eso tienen empleados con el oficio de crear o buscar “referentes”. El sector cultural y artísticose ha visto obligado a caer en el enorme peligro de adoptar las dinámicas de la innovación y el emprendimiento, con el fin de poder sobrevivir a las difíciles condiciones a las que está sometido. Así, hay una especie de desespero por encontrar nuevas formas de conseguir recursos que, en algunas ocasiones, desplaza el interés por los contenidos. En cuanto a lo deportivo, los últimos tiempos son, quizá, en los que más deportes nuevos se han empezado a practicar. Delas innovaciones técnicas y científicas ni siquiera es necesario hablar.
Toda esa proliferación de mentes creativas tiene una consecuencia: que la mayoría de los inventos sean triviales oplagios camuflados. Todo es un efecto de la insaciabilidad de la producción industrial y del consumo humano, que nos carga con la responsabilidad de que cualquier cosa que hagamos tiene que ser novedosa. Eso se convierte, cada vez más, en la única manera de resistir a un mercado laboral aplastante, en todos los sentidos. El dilema es el siguiente: o se es un innovador o un esclavo. Por eso hay tanta gente queriendo innovar, aunque tarde o temprano se vayan a percatar de que la mayoría de los intentos terminan en el retorno a la esclavitud o en las actas de los foros de emprendimiento. Pero, por lo menos, hay que intentarlo, pensamos, “quien quita que le peguemos al perro”.
Como la innovación está presente en todos los ámbitos, también los medios de comunicación están sometidos a ella. Intentan impactar con las noticias, los titulares y una movida brillante que se ha popularizado bastante de manera reciente: divulgar videos curiosos de internet. En las redes sociales es evidente el desespero por compartir lo más original, lo más chistoso, lo más curioso, la mejor foto, siempre, lo más rápido posible. En las conversaciones hay una obligación implícita de siempre tener algo qué decir. En todo momento es necesario publicar algo nuevo, así para conseguirlo haya que sacrificar, una vez más, la calidad del contenido. Se exige una locuacidad tal que cualquier cosa, por común que sea, debe ser enaltecida. Por ejemplo, si alguien filma una película, quizá diga, además, que se trata de un género que él mismo ha inventado, con la esperanza de que el adorno le genere más apoyo.
Con la misma rapidez con la que se producen las innovaciones, se olvidan. Siempre hay motivo de indignación mediática distinto y siempre hay una nueva causa que va a salvar el mundo. La cantidad de información que se produce cada día la hace irrelevante y efímera. Los escándalos, los inventos, las noticias, las canciones, todo pasa cada vez más rápido, aunque con más ruido y, al final, solo quedan las marcas, algunas marcas.
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