Dorian Hoyos Parra hurgando en los recuerdos.

Foto | Luis F. Trejos | LA PATRIA

Dorian Hoyos Parra hurgando en los recuerdos.

 

La poeta manizaleña Dorian Hoyos Parra se define como “católica, pero con observaciones”: “yo veo un contraste entre la pobreza de Jesús y el lujo que ostenta una parte del clero, y así se lo comenté una vez a monseñor”. Fue concejal de Manizales entre 1968 y 1970 y en ese momento otras mujeres se escandalizaron por su defensa de los llamados “hijos naturales”, que ella consideraba con idénticos derechos a todos los demás, en una época en que la sociedad en general y su partido, el Conservador, rechazaban a las madres solteras.

En los 80 en Bogotá quiso unirse al Partido Comunista, pero se arrepintió cuando vio que “era lo mismito” que los demás partidos, y aunque valora el apoyo que le han dado los hombres que la han rodeado a lo largo de su vida, también advierte que cuando trabajó en el Estado ellos “ganaban más y tenían mejores cargos”. Hoy, con 90 años recién cumplidos, sigue siendo una escritora lúcida y con observaciones.

Dorian Hoyos Parra vive con una gata en una casa sencilla entre la Avenida del Centro y la Avenida Colón, en Manizales, donde atesora fotos al lado de escritores como Pablo Neruda, Luis Vidales y Maruja Vieira, entre otros. Sale poco, así que tiene tiempo de sobra para leer y pensar. Sobre la mesa del comedor reposa “Hembrujas”, el libro de Claudia Palacios que le regaló su nieto y que está leyendo por estos días, aunque sus lecturas saltan de lo contemporáneo al español Miguel Hernández, o a sus amigos de Manizales como Adel López Gómez, Javier Arias Ramírez y Mario Vásquez Posada o a ejemplares viejos de la Revista Manizales. “En los momentos de aridez yo leo a doña Blanca Isaza y se me abre la esperanza, el camino”.

Dorian Hoyos Parra y sus publicaciones

- Usted escribe desde niña ¿Cómo fue su infancia?

Mi papá fue Arturo Hoyos Ángel y mi mamá, Rita Parra Gallego. Se casaron cuando él tenía 16 años y ella 14. Primero tuvieron dos niñas que murieron muy pequeñas y en 1933 nací yo en Manizales. Luego nos fuimos a Bogotá y allá estuve hasta los cuatro años, cuando regresamos a donde mis abuelos maternos en Morrogacho. Acá nació mi hermano José, y en esas mis papás se separaron. Yo me crie al lado de mi abuela Julia Gallego Gutiérrez, que era profesora, al igual que mis tías abuelas. Ella me leía libros ilustrados de Charles Perrault, de Saturnino Calleja, y yo empecé a leer por la necesidad de saber qué decía ahí. También me enseñó a escribir en pizarra y con gis, pero nunca tuve letra bonita. En el colegio me dejaban de 4:30 a 5:30 aprendiendo el método Palmer, y me remataban en mi casa con correa por llegar una hora más tarde. A los siete años y medio hice mi primer poema, que hablaba de unas “rosas que se habían desmayado”. Mi mamá empezó a compilar todos mis poemas en un cuaderno, hasta que los leyó Iván Cocherín.

- ¿Cómo llegan a Cocherín, que ya era un escritor conocido en Caldas?

Yo tenía 12 años y medio y una tía política le mostró a Cocherín los poemas que había compilado mi mamá. A él le parecieron muy buenos y entonces me empezó a invitar a unas tertulias por las tardes, en unos bajos de la carrera 20 entre calles 23 y 24. Yo los oía hablar, pero no decía nada: era muda porque no había leído casi nada y porque siempre he sido muy poco creída de mí; pensaba que mi valor era solo por mis antepasados, pero no por lo que yo hacía. Por eso fue importante cuando Lidia Vera, que era declamadora y tenía un programa de radio, me pidió algunos poemas para leerlos: al oírlos con la voz y la entonación de ella me parecieron aceptables.

- Esas tertulias eran las de “Las 13 pipas” ¿Usted era la única mujer?

(piensa un rato antes de contestar) Yo creo que sí, y una niña... mucho más tarde entró Lucy Puerta, que luego se llamó Lucero del Portal, que escribió muy poquito y después se fue a Bogotá y trabajó en el Sena. El resto eran señores de 35 y 40 años. Estaban Iván Cocherín, Fernando Mejía Mejía, Mario Villegas Galarza, Dorian Uribe González, Jorge Santander Arias, Antonio Mejía Gutiérrez, Javier Arias Ramírez, José Vélez Sáenz, Uriel Herrera Giraldo, Francisco Botero, Oscar Rubio Cárdenas y otros. Cocherín me prestaba libros y ahí empecé a leer a Dostoyevski, Baudelaire, Paul Valery, poetas franceses, y también a gente de acá como Ricardo Nieto, que me gustaba mucho, especialmente en “Los caballos viejos” y en “Sicut Navis”, a Blanca Isaza de Jaramillo Meza, que siempre fue una gran inspiración. Yo era tan inocente que una vez Cocherín me prestó “La servidumbre humana”, de Somerset Maugham y ahí leí la palabra “puta”. Yo no sabía qué era y busqué en el diccionario Larousse y decía: “Mujer que vende sus encantos por dinero”. Como me quedé en las mismas le pregunté a mi mamá y no se imagina todo lo que me dijo… Y saber que después escribí un poema inspirado en las putas.

- ¿Los de la tertulia leían lo que usted escribía?

No, me daba terror. Yo escribía poemas de lo que sentía, pero no le mostraba a nadie. Yo solo empecé a escribir para el público cuando llegué a La Patria.

- ¿Cómo fue que empezó a hacer periodismo en Radio Luz y en La Patria?

Las dos cosas fueron casualidad. Como a los 20 años empecé de cajera en Industrias Alimenticias Noel y el gerente era Arturo Sierra Caro, el papá de Luis Emilio. Él me enseñó a trabajar y me corregía la ortografía, porque yo sólo había hecho unos cursos de mecanografía y de taquigrafía. Yo estudié la primaria en el Instituto Santa Inés de las señoritas Aristizábal Gutiérrez y el bachillerato, en la Normal, pero me cancelaron la matrícula porque me puse de celestina de una compañera interna que tenía un novio que le enviaba las cartas a mi casa, y como estaba prohibido tener novio me quitaron el cupo en la Normal, así que solo pude graduarme muchos años después en Bogotá, cuando Belisario Betancur impulsó el programa de Acción Cultural Popular, que ofrecía bachillerato por radio. Estando en Industrias Alimenticias Noel, por ahí en el año 54 me vinculé a la Acción Católica, que lo formaba a uno, y más o menos en el 56 Lucy Jaramillo de Mejía, que era la jefe de la página social de La Patria, me invitó a escribir sobre etiqueta, asuntos de modales en la mesa y buena educación. Pero yo ya hacía parte del grupo de “Ciudadanas de Colombia” y entonces escribí invitando a las mujeres a votar en la primera elección del Frente Nacional y a raíz de eso empecé a publicar una columna quincenal que se llamaba “Enfoque”, durante cinco años. Nunca me pagaron, pero tenía carné del periódico y sí me sirvió mucho: por ejemplo, La Patria me mandó como enviada especial a Bogotá para cubrir la visita del Papa Paulo VI en 1968 y esa fue una experiencia inolvidable para mí.

- ¿Y cómo llegó a la radio?

Nora Galarza, la hija de Eudoro Galarza Ossa, era muy amiga mía porque éramos de la Acción Católica. Un día ella y Ofelia Gómez Jiménez me propusieron que nos rotáramos la producción de un programa de radio semanal de 15 minutos en Radio Luz. Yo les dije que sí pero ellas no volvieron a aparecer por la emisora, me cedieron el espacio y duré 10 años haciendo ese programa. Ahí conocí a Jairo Castro Eusse, Eucario Bermúdez, Bernardo Molina Marulanda, Abel Rivera Jr., Orlando Cadavid Correa y otros periodistas de la época.

- ¿Toda esa actividad en grupos cívicos y en medios de comunicación fue la que la llevó a ser concejal de Manizales por el Partido Conservador?

Sí, pero no era una militancia partidista o sectaria como la de otros. Éramos como seis mujeres en el Concejo, ya nos asomábamos a la política y los hombres siempre nos apoyaron a nosotras. Ya en el campo de la vida privada ha sido otro tenor, pero en la vida pública ellos nos apoyaban, aunque uno veía que en general los hombres tenían mejores sueldos y mejores cargos. Una vez vino Carlos Lleras Restrepo a Manizales y María Teresa Mejía y Oliva Villada López, que eran unas liberales representativas, me invitaron y me decían: “Usted es una goda que se equivocó de puerta”, porque yo no he sido de extremos políticos; me interesa más la humanidad.

- Del Concejo pasó a ser la primera directora de Extensión Cultural de Caldas, que es el equivalente a la Secretaría de Cultura departamental.

Sí, esa fue una época de mucho trabajo por las artes, hacíamos muchas cosas. También promovimos el Centro de Escritores de Caldas. Luego me fui a Bogotá a trabajar en el Icfes y después en el DANE, desde 1973 hasta que me jubilé en 1993.

- Y en Bogotá nació su hija Alejandra

Lo más bonito que me ha pasado. En Extensión Cultural yo me enamoré de Rodrigo Becerra, un concertino de tiple que había viajado por Europa. Primero tuve una hija que se murió a los 5 días de nacida, no le cerró la válvula mitral… verraco eso… ni siquiera alcanzó a tener nombre, y luego en 1973 nació Alejandra. Por ella decidí que quería que estuviera respaldada por una mamá profesional, no por lo económico sino por lo intelectual, y entonces a mis 46 años entré a Derecho en la Universidad Santo Tomás, y me gradué 10 años después porque casi no saco tiempo para la tesis.

- Antes de graduarse publicó su primer libro

El primer libro me lo hizo Cocherín. Yo no quería que dijeran que había escrito porque me había vuelto abogada, porque yo venía escribiendo desde niña. Entonces Iván Cocherín me imprimió en 1981 “Cantos Intemporales” en la Tipografía “Al revés”, que era la imprenta de él. Es un libro dividido en tres partes y la primera comienza con poemas escritos en 1947.

- Y el DANE publicó su segundo libro

En el DANE conocí gente maravillosa. El poeta Luis Vidales fue mi primer jefe y allá también trabajaba el poeta José Luis Díaz Granados. Por intermedio de ellos conocí a Luis Fayad, a Álvaro Mutis, al poeta nicaraguense Ernesto Cardenal y a muchos hombres brillantes. Leíamos a Miguel Hernández, a Neruda…, hacíamos cursos y asistíamos a recitales. Y en 1991 el DANE me publicó el segundo poemario. Luego me vine a vivir a Manizales y el resto de los libros sí salieron acá.

- Acá ha hecho parte de muchas asociaciones cívicas

Desde joven me rindió mucho el tiempo. Yo tuve un novio por carta durante ocho años, un ingeniero que andaba por todo el país. Entonces como no lo veía yo podía vincularme a muchos grupos. Me acostumbré a participar en muchas cosas y cuando volví a Manizales me uní a la Asociación Caldense de Historia y a la Sociedad de Mejoras Públicas porque siempre me ha gustado toda esa actividad, esa ebullición.

- ¿Cómo son sus rutinas de escritura?

Uno no es que escriba a borbotones. Eso no es así. Yo siempre he escrito a mano, todos los poemas, las ponencias, las columnas, la novela, todo, porque a mí la máquina no me da la velocidad de la mente. Pero como después no me entiendo la letra entonces paso el texto en limpio. Entonces transcribo y guardo por ahí tres meses y luego leo y busco en el diccionario para verificar que sí le di a las palabras el sentido adecuado. Las columnas si no podía guardarlas para revisar, y entonces se las pasaba a don Arturo Sierra, que me corregía la ortografía.

- ¿Y hoy en día escribe?

Ya me queda muy difícil porque las manos no me dan para teclear y la letra es aún más irregular de lo que era. Tenía por ahí varios textos inéditos y la hija de una amiga se los llevó para pasarlos en computador, pero no ha vuelto a aparecer y yo temo que se hayan perdido. Ya pasaron dos años, pero me da pena molestar a la mamá.

-  ¿Qué es para usted la poesía?

Es llenarse de imágenes y un día hacer esas imágenes palabras para que otros encuentren, dentro de esas palabras, las vivencias propias.

- ¿Y cómo se siente en esta etapa, con los homenajes que le han hecho por sus 90 años?

Feliz. Yo he sido una persona muy afortunada.

* Docente de la Universidad de Manizales

 Dorian Hoyos Parra - Pablo Neruda

Saludando a Pablo Neruda.

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