Muy difícil volver a creer que el Eln tenga alguna intención real de paz en Colombia. Su anuncio esta semana de retomar los secuestros con fines económicos no deja más que sombras para el proceso de diálogo que mantiene el Gobierno Petro con esa guerrilla. La pregunta que se hacen hoy muchos en el país es si se debe seguir con estos diálogos o acabarlos. Hace tres meses las partes habían firmado siete acuerdos en medio del cierre del sexto ciclo de la mesa de conversaciones. Se comprometían a una prórroga del cese al fuego bilateral por seis meses, a suspender el secuestro extorsivo, a no usar menores de 15 años en el conflicto y a la creación de un fondo multidonante. Nada es un hecho.
Ahora sale a decir el Eln que como el Gobierno incumplió con la puesta en marcha de dicho fondo, debe volver a esta acción delictiva para generar recursos; aunque la Defensoría del Pueblo ha alertado, desde que se propuso crearlo, que el Eln nunca ha dejado de secuestrar. Los negociadores del Gobierno siempre han expresado que este dinero, que provendría de donantes nacionales e internacionales y del propio Estado, estaría dirigido a financiar el proceso de los diálogos de paz con esa guerrilla, no a patrocinarla en sus incursiones extorsivas.
El propio presidente reaccionó señalando que el secuestro “no lleva sino al traqueteo y que el camino de la paz no es volver el cuerpo humano una mercancía”. Con exactitud describe el defensor del Pueblo, Carlos Camargo, lo que representa el secuestro: “Va en contravía de los principios rectores del Derecho Internacional Humanitario (DIH), desfigura la dignidad de las personas, violenta los derechos humanos, pone en peligro el más valioso de ellos, como lo es el derecho a la vida. Dejar en libertad a una persona a cambio de dinero, es pisotear la condición humana, llevar a la víctima y a sus familiares, que también son víctimas, a la humillación”. De esto sí que sabemos en el país.
El Gobierno debería tener discusiones internas de qué tan conveniente es mantener unos diálogos con el Eln dentro de un marco de incumplimientos, no solo en relación a lo que se tiene acordado con esa guerrilla, sino con respecto a la seguridad del país y de sus habitantes, porque todos quedamos en riesgo. Alcanzar algún día la paz, y si es total como propone el Gobierno, sería cristalizar un sueño de décadas y permitiría resolver una necesidad sentida; pero no se puede llegar a estas metas cediendo ante la delincuencia, así el Eln haya dicho que retomar los secuestros extorsivos no es una decisión de toda esta estructura armada, que ya tiene frentes en disidencia con su dirección nacional.
Lo que está indicando esto es que cada vez se complica más la paz, porque hoy se está negociando con una parte de esta estructura armada, mientras el conflicto se va multiplicando con los frentes que no están de acuerdo. Eso también sucedió en la firma del acuerdo de paz con las antiguas Farc, en el 2016, y del que quedó como herencia la consolidación de disidencias que pasaron a llamarse Estado Mayor Central que sigue atacando a la Fuerza Pública y a las poblaciones, extorsionando, secuestrando, reclutando menores de edad, afectando la infraestructura del país. Así, es imposible mantener cualquier diálogo, porque por encima de todo está la defensa y protección de los colombianos.