Fue escuchando Las cuatro estaciones de Vivaldi, a los 13 años, que Camilo Sánchez Gómez se enamoró perdidamente de la música.
"¡Quiero interpretar algo así…". Exclamó para satisfacción de su padre, Fernando León, un aficionado a la música y ejecutante de flauta por pasatiempo, quien en su casa de Pereira, le insistía para que oyera piezas de grandes compositores del mundo sin lograr mover las fibras del muchacho.
"Antes de oír Las cuatro estaciones, era negado", dijo Camilo. Tiene 23 años. Es uno de los violinistas de la Orquesta Filarmónica Joven de Colombia. Se presentó con ella en concierto el pasado viernes en el Teatro Metropolitano de Medellín y su solo de violín, en una exigente obra de Richard Strauss, La vida del héroe, fue tan ovacionado, que él anda feliz.
"La idea era que ese solo de violín fuera ejecutado por un maestro, un músico más consumado. Además, porque esa obra la ensayamos solamente una semana. Al maestro Orozco le satisfizo mi interpretación y permitió que yo la hiciera". Era la primera vez que interpretaba en público el poema de Strauss. "Es complicado. Como tiene tanto texto, no se puede dejar sonar una nota que no sea".
Vida y sueño
Camilo tenía tan claro que dedicaría su vida a la música y, en especial, al violín, que tan pronto terminó bachillerato, a los 16 años, se trasladó a Bogotá a estudiar Música Instrumental - Violín, en la Universidad Nacional.
En 2010 participó en la primera convocatoria de la Fundación Bolívar Davivienda para conformar la Orquesta Filarmónica Joven de Colombia, integrada por 110 músicos. Y fue seleccionado. Sin embargo, el cupo no está asegurado: cada año hacen audiciones, es decir, exámenes, para ser incluido en la agrupación durante un nuevo calendario. Y se ha mantenido.
Si bien los integrantes no reciben salario, el patrocinio de la Fundación es total. "Se esfuerza mucho por mantenernos bien: transporte en avión, alojamiento, alimentación: nada nos falta". Es profesor de música de la Universidad del Bosque y de Batuta. Y hace parte de una orquesta de cámara.
Son varios años en los que él se ha compenetrado con su violín Jay Haide, que él califica de semifábrica. Se refiere a que no fue elaborado por un luthier, un solo artesano, sino que unos elaboran la caja acústica; otros, la tapa; unos terceros, el mango y, posteriormente, otras personas se encargan de armarlo.
"Lo tengo desde 2011. Adoro este violín... pero estoy en un dilema: sé que debo cambiarlo por otro superior. Ya vi uno que me gustó muchísimo. Vale cinco milloncitos. La verdad, yo no quisiera separarme de él".
- ¿Y por qué no le dice a su papá que le dé al menos una parte del dinero? "Él me regaló el primer violín que tuve. Uno chino que guardo como recuerdo. Prometí que lo que requiriera en mi carrera lo adquiriría por mi cuenta".
Alemania: entre ceja y ceja
- ¿Hay algún sueño que quiera realizar?
Mi sueño es viajar a Alemania. Quiero estudiar violín. Y aunque por ahora disfruto muchísimo de la ejecución de este instrumento, no descarto que un día, en mi madurez, me dedique a la dirección orquestal.
- Y en cuanto al instrumento, ¿qué tal un Grisales?
¿Tener un violín Grisales? —se refiere a los del célebre luthier colombiano Giorgio Grisales, afincado en Cremona—. Tal vez algún día. Pero creo que para eso todavía me falta mucho.
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