La desaparición del niño tiene en ascuas a la comunidad de esta vereda de Manizales. La familia no pierde las esperanzas.
Blanca Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
En una choza con techo paja, al frente de la casa de Bryan Steven, acostumbra a hacer el pesebre la comunidad de la vereda San Gabriel, del corregimiento Cristalina (Manizales). Este año no fue la excepción, aunque los ánimos no están a tono tras la desaparición del pequeño.
Esa misma choza que hoy es la posada para el nacimiento también albergó al niño, de siete años, la mañana del 25 de noviembre. Allí lo vio sentado por última vez su madre, Anabeiba Toro Ospina, cuando ella salía a trabajar en la finca La Loma.
Sobre esta desaparición rondan tantas versiones entre los pobladores, que resulta casi imposible determinar qué puede ser verdad. Algunos hablan de que un hombre de origen peruano se lo llevó; otros, que el pequeño fue a pedir trabajo a una finca cercana, y hasta un volquetero comenta que lo vio por la carretera rumbo a La Loma, arrastrando una volqueta de juguete. Anabeiba asegura que la segunda versión es falsa: "Cómo va a pedir trabajo un niño tan pequeño, además la ropa de la que habla el finquero no corresponde a la que tenía Bryan".
Anabeiba, lo mismo que el papá, Edilerman Rivera, son de Pensilvania. Allí vivió Bryan, junto con su abuela paterna, después de cumplir los tres años. "Mi mamá los cuidó y mire: ahora pasa esto", dice desesperanzado Edilerman. "Estoy desesperado, es una tristeza muy verraca. Entienda que ese niño es mi vida".
Recién separado de Anabeiba, él cuidó al niño junto con su mamá. "Le lavaba hasta la ropa, pero ella (Anabeiba) me dijo que se lo dejara y mire lo que le pasó, me lo dejó perder".
En La Loma
Con una escoba en la mano y cansada de la dura jornada, después de 20 de días sin trabajar, Anabeiba habla sobre la desaparición de su hijo. "Uno piensa que eso no le va a tocar a uno, despierto cada rato, imagino muchas cosas y sueño con verlo llegar". Esboza una leve sonrisa y recuerda que el pequeño Bryan le ayudaba en la finca a recoger basura. "Es que era muy activo el muchachito".
Cuenta que el día en que el niño desapareció lo buscaron hasta río abajo. Cree que se lo llevaron porque es muy amistoso y le gusta hablar con la gente, ella presiente que sigue con vida, pues de lo contrario "ya lo hubiera sentido.
La comunidad
El silencio es cómplice de esta desaparición, es lo que más atormenta a los pobladores de San Gabriel, que siempre se hacen las mismas preguntas: ¿Qué pasó con Bryan? ¿Quién lo tiene? ¿Por qué no aparece?
Por ser Navidad se esperaría una multitud de niños jugando fuera de sus casas, pero predomina la soledad, un temor inmenso de los pequeños, que ni mandados quieren hacer.
Así lo narra Luz Elena, propietaria de la tienda La Playa: “Desde ese día los niños sienten temor de que algo les pase o de que alguien se los lleve”. Su nieto, Julián Andrés, era muy amiguito de Bryan. En un gesto de amabilidad, la mujer lo llama para que hable de su amigo: "Jugábamos a escondidas, motos y carritos. En los últimos días no fue a estudiar porque estaba enfermo de una rodilla. Yo le pido al Niño Dios que Bryan regrese como sea, pero no 'murido'".
Luz Elena lo interrumpe para anotar que Bryan siempre llamaba 'pito' a su esposo, abreviando el cariñoso apelativo de papito. "Este caso es muy extraño. Hace 50 años que vivo aquí y nunca había ocurrido algo igual", concluye.
Dos casas más abajo vive Ana Liliana Buitrago, presidente de la Junta de Acción Comunal de San Gabriel. La desaparición del pequeño Bryan la tiene preocupada: "Su ausencia me duele como si fuera mi hijo, pero también me preocupa que hay madres cabeza de familia, como yo, que deben dejar a sus hijos en la casa mientras trabajan. Yo, por ejemplo, envié a vacaciones a mi hija de cinco años porque mi hijo mayor ya no la dejaba salir. Hay un temor constante".
Arroz con huevo
Al frente de la choza donde se encuentra el pesebre está la casa de Bryan. Hay adornos navideños que la madre se negaba a poner, aunque accedió a hacerlo por recomendación de una psicóloga.
Sentada en una banquita cercana al pesebre comunitario está Amparo Castro, vecina de la familia. "No quería hacer pesebre, pero armé todo porque nuestra esperanza es que el niño regrese y encuentre todo como lo dejó", dice la señora, que hace 30 años vive en la zona.
Recuerda que el día de la desaparición ella invitó a desayunar al niño, que no fue a estudiar porque estaba enfermo. "Le di arroz con huevo y luego salió. Al él le gustaba ir a mi casa a ver televisión, pero esa mañana no quiso. Era un niño avispado y alegre". Después de las 9:00 de la mañana no lo volvió a ver. De eso hace ya 32 días.
La choza donde reposa el Niño Dios nacido está sola. Falta Bryan, tal como ese 25 de noviembre, cuando su madre lo vio allí sentado, por última vez. En su familia y San Gabriel palpitan muchos corazones esperanzados de que el pequeño aparezca. "Que lo dejen cerca a la casa, no pido más", anhela su padre, que no pierde un momento del día para pensar en su "niño del alma".
Los hechos
Foto | Archivo | LA PATRIA
Bryan Steven Rivera, de 7 años, desapareció el pasado 25 de noviembre de la vereda San Gabriel (Manizales), cuando un hombre desconocido en la zona le ofreció un dulce y se lo llevó con engaños, de acuerdo con las primeras versiones. El señor llegó a la zona pidiendo trabajo como recolector de café y dijo que se llamaba Carlos Alberto García. Ese día solo trabajó unas tres horas y luego desapareció sin dejar rastro.
La cifra
$10 millones ofrece la Policía como recompensa a quien dé información sobre el paradero del Bryan.
La choza con el pesebre. Allí lo vio por última vez su mamá.
Julián Andrés, su mejor amigo, sentado en el carrito que ambos utilizaban para jugar.
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