Róbinson Arcila Arango laboraba en construcción y carpintería. Su bachillerato lo terminó en la cárcel, donde fue profesor de ese último oficio. Era cariñoso y preocupado por la familia. No tomaba, no fumaba, asistía a una iglesia cristiana y en prisión lideró cultos.
Su mayor anhelo era ver a su hija convertida en una profesional, ya que él no pudo lograrlo. La apoyaba para estudiar Idiomas en la Universidad de Caldas. Todo se truncó con la muerte de Róbinson, en el 2015, en Alférez Real.
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