LA PATRIA | MANIZALES
Terminó el suplicio para María Eugenia, madre de Carlos Andrés Castaño Correa, chinchinense de 23 años. Por fin pudo sepultur a su hijo, quien desapareció desde el 19 de diciembre del 2014.
El día de la pérdida, Carlos Andrés salió de su casa ubicada en el barrio Jorge Eliécer Gaitán, de Chinchiná, a recoger café en una finca de la vereda El Rosario de Manizales. Por la tarde viajó a su pueblo con el pago del jornal, pero nunca llegó.
La Policía Judicial halló, en junio del 2016, parte de un cráneo y un húmero, en un lote contiguo a Arme. Los huesos fueron enviados a Medicina Legal de Bogotá. Tiempo después encontraron dos fémures y parte de una pelvis. Los analizaron y coincidían con el ADN de Carlos Andrés.
El pasado jueves, sus familiares se acercaron a la morgue a reclamarlo. Más tarde hubo una misa y luego lo enterraron. "Sus documentos se encontraron cuatro meses después, por lados de la Variante", explicó la mamá.
La víctima era bachiller y había prestado servicio militar. Tiene cuatro hermanos.
María Eugenia se mostró muy agradecida por la ayuda que le prestó Medicina Legal, quien prácticamente hizo posible que recuperara los restos. "Yéferson Herrera, Gloria Ángela Sepúlveda y Nicolás García estuvieron muy pendientes en la identificación, en mantenerme informada. No me desampararon. El que le hizo eso a mi hijo quería que no lo encontrara. Dios es muy bello y pude recuperar sus restos", destacó.
No es el primer hijo que María Eugenia Correa Ramírez pierde. Al otro varón, Daniel Felipe, de 29 años, lo hallaron muerto el 12 de octubre del 2014 en el río Guacaica, en las areneras de la finca El Caney, vereda El Guineo (Neira).
Un hombre, que extraía material del río, lo encontró con una retroexcavadora. Estaba en alto estado de descomposición, incluso su rostro ya no se distinguía.
"Vivía en Comuneros con la abuela. No puedo tapar el sol con un dedo: A él le gustaba el vicio, pero no se metía con nadie. Hacía mandados, se ganaba la platica para consumir y a veces hasta me ayudaba. La última vez que lo vieron fue cuando alguien le dijo: Mono, vaya y me compra dos cervezas. Nunca regresó ni con el licor, ni con la plata", relató la mujer. Lo reconocieron por las huellas dactilares, pues del rostro solo quedó la quijada.
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