LA PATRIA | MANIZALES
El abrazo de profundo dolor en el que se fundieron ayer en San José (Caldas) los familiares de las niñas Valeria Soto Grajales y María Isabel Alcalde Rodríguez fue el reflejo del dolor de todo un pueblo. En la iglesia Nuestra Señora del Carmen, del municipio, se realizó en la tarde la misa de despedida de estas menores, atropelladas por una camioneta.
En las casas no había gente, muchos negocios cerraron, hasta en el comando de Policía y en la Alcaldía varios de sus funcionarios pararon sus labores para ver la partida de las dos las princesas dulces, tiernas y risueñas, así como las describió su tío Hernando Giraldo.
"Ambas me abrazaron hace 20 días cuando llegué a visitarlas. Ese gesto de fraternidad y de cariño en sus miradas jamás lo olvidaré", aseguró Giraldo.
Valeria y María Isabel estaban felices con la idea de estudiar en el mismo colegio. Mientras la primera iba para preescolar, la otra se había matriculado el martes pasado para cursar segundo de primaria en la Institución Educativa Santa Teresa.
Desde que se conocieron, hace 15 días, cuando María Isabel llegó de Chinchiná, tuvieron empatía, siempre iban juntas de la mano, y juntas murieron. Hasta ahí le llegó a Valeria su sueño de ser doctora, y a María Isabel, el de desfilar por las pasarelas como una hermosa princesa, tal y como lo hacía cuando jugaba con su prima.
El duelo para las familias de estas criaturas en los últimos días ha sido permanente. Hace 15 días velaron a Alba Lucía, abuela de Valeria, quien falleció por un paro respiratorio. Además, Erika Grajales, la madre de Valeria, asumió el dolor de su muerte accidental al tiempo que en su vientre faltan solo tres meses para que nazca una nueva vida.
"Vayan, vayan por la orilla culicagadas", les dijo charlando la tía Diana cuando mandó a las niñas a comprar un soflán en la tienda vecina. Ellas movieron sus manos y sonrieron, se despidieron, pero no creyeron que era el último adiós.
Cuando Diana entró a la cocina de su vivienda sintió un estruendo. Era la camioneta de un vendedor de verduras que había arrollado a sus dos sobrinas, 40 metros antes de llegar a la casa, en el sector del Chuscal, en la vía a Risaralda. Cuando salió, sus gritos de desespero se unieron al de los vecinos y transeúntes de la zona, al ver a los dos niñas en el piso. Algunos vecinos les tomaron el pulso, pero no había nada qué hacer.
Mientras tanto, el conductor, quien iba acompañado por un joven, se bajó del vehículo con un celular en sus manos y, desesperado, andaba de un lado para el otro, cómo sin entender la trascendencia del fatal error que había cometido. Cuentan los testigos que Jhon Hernando Soto Arredondo, padre de Valeria, al ver lo sucedido, golpeó en varias ocasiones al conductor, quien, al parecer, intentó huir del lugar. Pero la misma comunidad lo detuvo y aunque hubo amagos de quererlo linchar, prefirieron entregarlo a la Sijín de Viterbo.
El conductor no presentó niveles de alcohol en las pruebas que las autoridades le hicieron. Las teorías que manejan los vecinos es que, posiblemente, venía chateando o hablando por su celular. Pero eso lo determinarán las autoridades.
Se conoció que el hombre, de 52 años aproximadamente, habló ayer con el fiscal de Anserma, a quien por jurisdicción le corresponde el caso.
Sin embargo, el señor queda libre, pero vinculado al proceso. Lo detendrían si manejaba borracho o escapaba del lugar.
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