LA PATRIA | MANIZALES
De ser un simple campesino del corregimiento de San Bartolomé (Pácora), Hernán Giraldo Serna, apodado el Taladro, pasó a ser de los hombres más temidos de la Sierra Nevada.
Era el comandante del Bloque Resistencia Tayrona de la Auc. Se le atribuyen unas 3 mil muertes, fue extraditado a Estados Unidos, paga una condena de 16 años y, ahora, un estudio demostró que era un depredador sexual. Recibió el apodo por usar ese elemento para torturar y por las violaciones de niñas, especialmente vírgenes.
Norma Vera Salazar, magíster en derechos humanos y derecho internacional humanitario, actual secretaria del Interior del Magdalena, adelantó la investigación denominada La violencia sexual como arma de guerra, en el contexto del accionar del Frente Resistencia Tayrona. Hace parte de sus tesis de maestría, en compañía de su madre, Ana Salazar, con quien se graduó en el 2017.
Encontró datos reveladores. Giraldo Serna abusó, al menos, de 200 menores de edad. El registró de la Fiscalía habla de 19 herederos. En versión libre reconoció 24, pero el informe de Vera Salazar indicó que son 70. "No eran tan jóvenes, se trataba de una costumbre del campo", fue la respuesta del caldense. Algunas virginidades las negociaba con los padres hasta por $5 millones.
"Todo surge emocionalmente en mi interés como investigadora de los temas de género. He sido durante 10 años directora de la Red de Mujeres del Magdalena. La investigación duró tres años. Antes de empezar la maestría se inició la recopilación. Adelantamos como trabajo de campo etnografía y entrevistas", explicó Vera Salazar.
Halló datos inquietantes y dolorosos. Además, de la violencia sexual contra dos centenas de menores de 14 años, descubrió que el Taladro buscaba mujeres blancas, solo se documentó un caso de una negra. Usaba el cuerpo de la mujer con fines estratégicos de guerra.
"A diferencia de crímenes cometidos en Bosnia, Sierra Leona, entre otros, en este se usó el cuerpo de la mujer con fines militares, políticos y económicos. Demostramos que Giraldo Serna construyó una amplia red familiar de hijos que entraron a hacer parte de la estructural militar y de la sucesión de las Auc. Hay 70 hijos, 40 reconocidos, pero la cifra puede ser más alta porque muchos no han dicho que son herederos de él".
Con las víctimas tocó hacer pedagogía, anotó la investigadora, pues no entendían que lo eran. Muchas fueron entregadas 'voluntariamente' por sus padres, a cambio de dinero y poder.
"No tienen la culpa, Giraldo Serna tenía control demográfico y de movilidad. No había posibilidad de resistencia. Al principio pensé que era un simple pedófilo, pero me di cuenta que era un gran estratega de la guerra. No solo controlaba el cuerpo de adolescentes menores de 14, con caderas anchas, que en la cultura del machismo y patriarcado significa que son muy fértiles a la hora de dar a la luz. Violó y armó ejército personal y familiar".
Sobre historias que le hayan impactado, Vera Salazar recordó una que la hace llorar. Relató que cuando se era mujer de Serna Giraldo no se podía tener otro marido. En este caso, la adolescente estuvo con él dos o tres años (hasta los 16). Luego vivió en otro lugar, pero era reconocida como pareja del exparamilitar. Sin embargo, no volvió a tener vínculo con ella. La joven inició una relación con alguien de 20 y una persona le contó al cabecilla.
"Dio la orden de matarla y de que le dijeran a la familia que murió por cachona. En audiencias de violencia sexual se escucharon otras historias con alto contenido de dolor, como la de una de 11 años, quien contó cómo fue la relación sexual con él, cómo la abusó, el miedo que sentía, cómo las trataba demostrando que no era el patrón, sino que buscaba enamorarlas tratándolas con cariño".
Muchas víctimas no hacen parte del sistema, pues no están reconocidas como tal. No se ha dado acompañamiento, debido a que varias ya tienen esposo y/o familia y se corre el riesgo de que sean repudiadas. En Colombia, anotó, es más fácil ser víctima de otros crímenes que del sexual, pues se corre el riesgo de enfrentar la censura, de la familia y de la sociedad, que le echa la culpa a las afectadas.
"De los crímenes sexuales se tiene que hablar. Ojalá pudiéramos lograr que cuando Giraldo Serna regrese al país, pague por estos hechos. Así les habremos cumplido a esas víctimas que permanecen ocultas y calladas. Una mujer violada necesita muchos años de terapia y acompañamiento para recuperarse. Fue un trabajo arduo, para convencerlas de que nos contaran lo que vivieron antes de los 14, una verdad que les duele y cargan en sus espaldasº", concluyó.
"Ese hombre era muy bravo. Desde la escuela mostró que le gustaba buscar pleito. Creo que por eso se convirtió en lo que es hoy", explicó una persona que estudió con él en la escuela de hombres San Luis Gonzaga, de San Bartolomé (Pácora).
“Estudié con él en primero y segundo. Ese era más bravo, aunque hay que decir que se trataba de un gran amigo. Vivía en toda la curva de lo que se conoce como El Humo, pero muy pronto se fueron del pueblo, como a los 10 años. Teníamos por ahí ocho años y nos enseñaba Emilio Muñoz, estudiábamos con Óscar Herrera, Arturo López Giraldo, José Ossa...”, recordó.
Añadió que cuando a alguien le quitaban o se le perdía un cuaderno o el lapicero era bonche fijo. El único que se atrevía a darle madera con un zurriago era el profesor. Nunca habló de lo que quería ser cuando grande y mucho menos mostró interés por las armas. "En esa época se pensaba solo en el juego, ni siquiera en las niñas".
La investigación la expondrá en el VII Congreso Internacional de Ciencias Sociales Gka Social, a mitad de año, en París.
El Centro Nacional de Memoria Histórica registró al menos 15.076 víctimas de violencia sexual durante el conflicto armado, entre 1958 y 2017.
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