LA PATRIA | SUPÍA
Wilson Gabriel Pareja es el menor de cinco hermanos. No tenía descendientes, pero con sus nueve sobrinos y los cuatro hijos de ellos era suficiente para disfrutar su vida y sus visitas a Supía. Estar con ellos, el mejor plan.
Solo le faltaba la ceremonia para obtener el título de intendente de la Policía, pero el miércoles pasado lo asesinó un sicario cuando evitó que el delincuente atacara a una mujer en Yarumal (Antioquia). El uniformado alcanzó a herir al agresor en un cruce disparos y los compañeros lo capturaron.
Wilson, de 41 años, pertenece a una familia humilde, que cuenta con una tradición de 60 años fabricando jaleas o gelatinas el municipio dulce de Caldas. Nació en Santa Bárbara, en el departamento antioqueño, pero desde los tres años vivía en Supía.
No fue ajeno al negocio familiar, pero ver a su cuñado Óscar Marino Chará, esposo de su hermana mayor, Gloria Inés, usando el uniforme de la Policía, lo motivó a irse a prestar servicio a Medellín.
Pasaron seis meses y encontró la oportunidad de convertirse en patrullero. No lo pensó dos veces. En 21 años de servicio recorrió Antioquia, Arauca y Boyacá. Por mucho tiempo hizo parte de la contraguerrilla y obtuvo 28 felicitaciones.
Luego de tres años y medio en el nororiente del país se fue a Bogotá, donde realizó el curso de ascenso de subintendente a intendente. Tras cumplir con esa etapa salió a vacaciones, solicitó un traslado y su siguiente destino fue Yarumal.
Wilson Gabriel encontró la muerte el 1 de marzo, el primer día después de vacaciones. Su hermana Gloria recordó que la última vez que lo vio fue el 3 de febrero, en Supía, cuando fue a conmemorar los cinco años del fallecimiento de su madre.
El subintendente llevaba 13 años de casado. Su esposa también es natural de Supía e hija de un policía retirado. Se conocieron siendo vecinos en el barrio La Estrella. Residían en Sabaneta (Antioquia).
El sueño de Wilson Gabriel al retirarse era vivir en la tierra que lo vio crecer, en donde hizo parte de los equipos de fútbol y cuyas calles recorría en bicicleta durante su infancia.
A Gloria siempre le decía que esperaba disfrutar de los kioscos del parque principal, de los planes de irse a pescar, de bailar en las discotecas de su pueblo, ir a nadar o sentarse en el bar El Polo.
Wilson no solo quería seguir compartiendo con sus sobrinos. Su amor por sus padres era inmenso, recordó su hermana. Él veía por su papá, quien por su estado de salud ya no se dedica a la construcción.
Gloria recordó que el menor de sus hermanos, quien siempre le decía hermanita, salió a comprar las patas de res para las jaleas y la carne de la semana, teniendo 12 años. En esa época estaban en las fiestas de Supía.
En el camino se desvió al ver a un hombre ofreciendo dinero a quien ganara en unas apuestas. El embaucador le sacó la plata que llevaba. Solo quería tener más dinero para ayudar a su familia. Triste, recurrió a su hermana y le contó lo que sucedió.
Ella salió y discutió con el sujeto, quien en medio de la rabia no vio más opción que devolverle lo perdido. Wilson pudo comprar lo del encargo. Desde su infancia siempre notó el interés por sacar a su familia adelante.
Wilson pidió que cuando muriera lo enterraran en su tierra natal, cerca de su madre. Ayer se lo cumplieron.
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